martes, 9 de abril de 2013

Lectura de la Biblia abril 9 de 2013

(1 Samuel 26:1-31:13) Con el tiempo los hombres de Zif vinieron a Saúl, en Guibeah, y dijeron: “¿No está ocultándose David en la colina de Hakilá, frente a Jesimón?”. 2 Y Saúl procedió a levantarse y a bajar al desierto de Zif, y con él tres mil hombres, los escogidos de Israel, para buscar a David en el desierto de Zif. 3 Y Saúl se puso a acampar en la colina de Hakilá, que está frente a Jesimón, junto al camino, mientras David moraba en el desierto. Y él llegó a ver que Saúl se había internado en pos de él en el desierto. 4 Por lo tanto David envió espías para saber que Saúl en realidad había venido. 5 Más tarde David se levantó y fue al lugar donde había acampado Saúl, y David llegó a ver el lugar donde se había acostado Saúl, y también Abner hijo de Ner el jefe de su ejército; y Saúl yacía en la parte cercada del campamento, con la gente acampada todo en derredor de él. 6 Entonces David respondió y dijo a Ahimélec el hitita y a Abisai hijo de Zeruyá, el hermano de Joab: “¿Quién descenderá conmigo a Saúl dentro del campamento?”. A esto dijo Abisai: “Yo mismo descenderé contigo”. 7 Y David logró llegar con Abisai a la gente, de noche; y, ¡mire!, Saúl yacía dormido en la parte cercada del campamento, con su lanza hincada en la tierra junto a su cabeza, y Abner y la gente estaban acostados todo en derredor de él. 8 Abisai ahora dijo a David: “Dios ha entregado hoy a tu enemigo en tu mano. Y ahora, por favor, déjame clavarlo a tierra con la lanza una sola vez, y no se lo haré dos veces”. 9 Sin embargo, David dijo a Abisai: “No lo arruines, pues, ¿quién ha alargado la mano contra el ungido de Jehová y ha quedado inocente?”. 10 Y David siguió diciendo: “Tan ciertamente como que Jehová vive, Jehová mismo le asestará un golpe; o vendrá su día y tendrá que morir, o a la batalla bajará, y ciertamente será barrido. 11 ¡Es inconcebible, por mi parte, desde el punto de vista de Jehová, alargar la mano contra el ungido de Jehová! Por eso toma ahora, por favor, la lanza que está junto a su cabeza, y la jarra del agua, y vámonos”. 12 Por consiguiente, David tomó la lanza y la jarra del agua del lugar junto a la cabeza de Saúl, y entonces procedieron a irse; y no hubo quien viera, ni nadie que se diera cuenta, ni nadie que despertara, pues todos estaban dormidos, porque era un sueño profundo procedente de Jehová el que había caído sobre ellos. 13 Entonces David pasó al otro lado y se paró sobre la cima de la montaña a cierta distancia, y era vasto el espacio entre ellos. 14 Y David empezó a gritar a la gente y a Abner hijo de Ner, y dijo: “¿No respondes, Abner?”. Y Abner empezó a responder y decir: “¿Quién eres tú que le has gritado al rey?”. 15 Y David pasó a decir a Abner: “¿No eres tú un hombre? ¿Y quién hay como tú en Israel? ¿Por qué, pues, no vigilaste a tu señor el rey? Porque uno de la gente vino para arruinar al rey, tu señor. 16 Esta cosa que has hecho no es buena. Tan ciertamente como que vive Jehová, ustedes merecen morir, porque no han vigilado sobre su señor, sobre el ungido de Jehová. Y ahora ve dónde están la lanza del rey y la jarra del agua que estaban junto a su cabeza”. 17 Y Saúl empezó a reconocer la voz de David y a decir: “¿Es esta tu voz, hijo mío David?”. A esto dijo David: “Es mi voz, mi señor el rey”. 18 Y añadió: “¿Por qué esto de correr mi señor tras su siervo?; pues, ¿qué he hecho yo, y qué mal hay en mi mano? 19 Y ahora que mi señor el rey escuche, por favor, las palabras de su siervo: Si es Jehová quien te ha incitado contra mí, huela él una ofrenda de grano. Pero si son los hijos del hombre, malditos son delante de Jehová, porque me han expulsado hoy para que no me sienta unido a la herencia de Jehová, diciendo: ‘¡Anda, sirve a otros dioses!’. 20 Y ahora no dejes que mi sangre caiga a tierra delante del rostro de Jehová; porque el rey de Israel ha salido a buscar una sola pulga, tal como se corre tras una perdiz sobre las montañas”. 21 A su vez, Saúl dijo: “He pecado. Vuelve, hijo mío David, porque ya no te haré perjuicio, visto el hecho de que mi alma ha sido preciosa a tus ojos este día. ¡Mira! He obrado tontamente y estoy muy equivocado”. 22 Entonces respondió David y dijo: “Aquí está la lanza del rey, y que pase acá uno de los jóvenes y la consiga. 23 Y Jehová es quien pagará a cada cual su propia justicia y su propia fidelidad, ya que Jehová te dio hoy en mi mano, y yo no quise alargar la mano contra el ungido de Jehová. 24 Y, ¡mira!, tal como tu alma fue grande este día a mis ojos, así sea grande mi alma a los ojos de Jehová, para que me libre de toda angustia”. 25 Ante esto, Saúl dijo a David: “Bendito seas, hijo mío David. No solo sin falta trabajarás, sino que también sin falta saldrás ganador”. Y David procedió a irse por su camino; y en cuanto a Saúl, se volvió a su lugar. 
27 Sin embargo, David dijo en su corazón: “Ahora bien, algún día seré barrido por la mano de Saúl. No hay nada mejor para mí que escapar sin falta a la tierra de los filisteos; y Saúl tendrá que perder la esperanza respecto a mí en cuanto a buscarme por más tiempo en todo el territorio de Israel, y ciertamente escaparé de su mano”. 2 De modo que David se levantó, y él y seiscientos hombres que estaban con él pasaron a donde Akís hijo de Maoc, el rey de Gat. 3 Y David continuó morando con Akís en Gat, él y sus hombres, cada uno con su casa, David y sus dos esposas, Ahinoam la jezreelita y Abigail, la esposa de Nabal, la carmelita. 4 Con el tiempo se hizo el informe a Saúl de que David había huido a Gat, de modo que ya no volvió a buscarlo. 5 Entonces David dijo a Akís: “Ahora bien, si he hallado favor a tus ojos, que me den un lugar en una de las ciudades de la región rural, para que more allí; pues, ¿por qué ha de morar tu siervo en la ciudad real contigo?”. 6 En conformidad, Akís le dio Ziqlag aquel día. Por eso Ziqlag ha venido a pertenecer a los reyes de Judá hasta el día de hoy. 7 Y el número de los días que David moró en la región rural de los filisteos ascendió a un año y cuatro meses. 8 Y David procedió a subir con sus hombres a fin de hacer incursiones contra los guesuritas y los guirzitas y los amalequitas; porque ellos habitaban la tierra que [se extendía] desde Telam hasta Sur y hasta la tierra de Egipto. 9 Y David hirió la tierra, pero no conservó vivo ni a hombre ni a mujer; y tomó rebaños y vacadas y asnos y camellos y prendas de vestir, después de lo cual se volvió y vino a donde Akís. 10 Entonces dijo Akís: “¿Dónde hicieron ustedes incursión hoy?”. A lo que dijo David: “Sobre el sur de Judá y sobre el sur de los jerahmeelitas y sobre el sur de los quenitas”. 11 En cuanto a hombre y mujer, David no estaba conservando vivo a ninguno para traerlos a Gat, pues decía: “Para que no nos delaten, y digan: ‘Así hizo David’”. (Y así ha sido su proceder todos los días de haber morado él en la región rural de los filisteos.) 12 Por consiguiente, Akís creyó a David, y decía para sí: “Indisputablemente él se ha hecho un hedor entre su pueblo Israel; y tendrá que llegar a ser mi siervo hasta tiempo indefinido”. 
28 Y por aquellos días aconteció que los filisteos empezaron a juntar sus campamentos para el ejército con el fin de hacer guerra contra Israel. De modo que Akís dijo a David: “Sin duda sabrás que es conmigo con quien debes salir al campamento, tú y tus hombres”. 2 Ante esto, David dijo a Akís: “Por eso tú mismo sabes lo que tu siervo ha de hacer”. Por consiguiente, Akís dijo a David: “Por eso te nombraré guarda de mi cabeza para siempre”. 3 Ahora bien, Samuel mismo había muerto, y todo Israel había procedido a plañirlo y a enterrarlo en Ramá, su propia ciudad. En cuanto a Saúl, él había quitado del país a los médium espiritistas y a los pronosticadores profesionales de acontecimientos. 4 Posteriormente, los filisteos se juntaron y vinieron y asentaron campamento en Sunem. De modo que Saúl juntó a todo Israel, y asentaron campamento en Guilboa. 5 Cuando Saúl llegó a ver el campamento de los filisteos, le dio miedo, y su corazón empezó a temblar muchísimo. 6 Aunque Saúl inquiría de Jehová, Jehová nunca le contestaba, ni por sueños ni por el Urim ni por los profetas. 7 Por fin Saúl dijo a sus siervos: “Búsquenme una mujer que sea perita en mediación espiritista, y ciertamente iré a ella y la consultaré”. Entonces le dijeron sus siervos: “¡Mira! En En-dor hay una mujer que es perita en mediación espiritista”. 8 Así que Saúl se disfrazó y se vistió con otras prendas de vestir y se fue, él y dos hombres con él; y llegaron a la mujer de noche. Ahora dijo él: “Usa adivinación para mí, por favor, por mediación espiritista, y haz subir para mí al que yo te diga”. 9 Sin embargo, la mujer le dijo: “Mira que tú mismo sabes bien lo que Saúl hizo, cómo cortó del país a los médium espiritistas y a los pronosticadores profesionales de acontecimientos. ¿Por qué, pues, estás obrando como un entrampador contra mi alma para hacer que se me dé muerte?”. 10 Inmediatamente Saúl le juró por Jehová, y dijo: “¡Tan ciertamente como que vive Jehová, culpa por error no te sobrevendrá en este asunto!”. 11 Ante esto, la mujer dijo: “¿A quién hago subir para ti?”. A esto él dijo: “Haz subir a Samuel para mí”. 12 Cuando la mujer vio a “Samuel” se puso a gritar a voz en cuello; y la mujer pasó a decir a Saúl: “¿Por qué me embaucaste, cuando tú mismo eres Saúl?”. 13 Pero el rey le dijo: “No tengas miedo, pero ¿qué viste?”. Y la mujer pasó a decir a Saúl: “A un dios vi que subía de la tierra”. 14 En seguida él le dijo: “¿Qué forma tiene?”, a lo que ella dijo: “Es un viejo que sube, y está cubierto con una vestidura sin mangas”. Ante eso, Saúl reconoció que era “Samuel”, y procedió a inclinarse rostro a tierra, y a postrarse. 15 Y “Samuel” empezó a decir a Saúl: “¿Por qué me has perturbado y has hecho que me hagan subir?”. A lo que dijo Saúl: “Estoy en grave aprieto, puesto que los filisteos están peleando contra mí, y Dios mismo se ha apartado de mí y no me ha contestado más, ni por medio de los profetas ni por sueños; de modo que te llamo para que me hagas saber lo que he de hacer”. 16 Y “Samuel” pasó a decir: “¿Por qué, pues, inquieres de mí, cuando Jehová mismo se ha apartado de ti y resulta ser tu adversario? 17 Y Jehová hará para sí tal como habló por medio de mí, y Jehová arrancará de tu mano el reino y lo dará a tu semejante, David. 18 Como no obedeciste la voz de Jehová, y no ejecutaste su ardiente cólera contra Amaleq, por eso esta es la cosa que Jehová ciertamente te hará en el día actual. 19 Y Jehová también dará a Israel juntamente contigo en la mano de los filisteos, y mañana tú y tus hijos estarán conmigo. Hasta el campamento de Israel dará Jehová en la mano de los filisteos”. 20 Ante esto, Saúl cayó prontamente a tierra, cuan largo era, y tuvo muchísimo miedo a causa de las palabras de “Samuel”. Además, sucedía que no había poder en él, porque no había comido alimento en todo el día ni en toda la noche. 21 La mujer ahora vino a Saúl y vio que había sido perturbado en gran manera. De modo que le dijo: “Mira que tu sierva ha obedecido tu voz, y procedí a poner mi alma en la palma de mi mano y a obedecer las palabras que me hablaste. 22 Y ahora, por favor, tú, a tu vez, obedece la voz de tu sierva; y permíteme poner delante de ti un pedazo de pan, y come, para que llegue a haber poder en ti, por cuanto seguirás tu camino”. 23 Pero él rehusó, y dijo: “No voy a comer”. Sin embargo, sus siervos y también la mujer siguieron instándolo. Por fin obedeció su voz y se levantó de la tierra y se sentó en el lecho. 24 Ahora bien, la mujer tenía en casa un becerro engordado. De modo que prontamente lo sacrificó y tomó harina y la amasó y coció de ella unas tortas no fermentadas. 25 Entonces se las sirvió a Saúl y sus siervos, y ellos comieron. Después de aquello se levantaron y se fueron durante aquella noche. 
29 Y los filisteos procedieron a juntar todos sus campamentos en Afeq, mientras los israelitas estaban acampados junto al manantial que había en Jezreel. 2 Y los señores del eje de los filisteos iban pasando por centenares y por millares, y David y sus hombres iban pasando después con Akís. 3 Y los príncipes de los filisteos empezaron a decir: “¿Qué significan estos hebreos?”. Ante esto, Akís dijo a los príncipes de los filisteos: “¿No es éste David el siervo de Saúl el rey de Israel, que ha estado aquí conmigo durante un año o dos, y no he hallado en él ni una sola cosa desde el día en que se pasó [a mí] hasta el día de hoy?”. 4 Y los príncipes de los filisteos se indignaron con él; y los príncipes de los filisteos pasaron a decirle: “Haz volver al hombre, y que se vuelva a su lugar donde lo asignaste; y no lo dejes bajar con nosotros a la batalla, para que no se haga un resistidor de nosotros en la batalla. ¿Y con qué ha de ponerse esta persona en una posición de favor para con su señor? ¿No será con las cabezas de aquellos hombres [nuestros]? 5 ¿No es éste David, a quien seguían respondiendo en las danzas, diciendo: ‘Saúl ha derribado sus miles, y David sus decenas de miles’?”. 6 Por consiguiente, Akís llamó a David y le dijo: “Tan ciertamente como que vive Jehová, tú eres recto, y tu salir y tu entrar conmigo en el campamento ha sido bueno a mis ojos; pues no he hallado mal en ti desde el día que viniste a mí hasta este día. Pero a los ojos de los señores del eje no eres bueno. 7 Y ahora, regresa y ve en paz, para que no hagas nada malo a los ojos de los señores del eje de los filisteos”. 8 Sin embargo, David dijo a Akís: “Pues, ¿qué he hecho yo, y qué has hallado en tu siervo desde el día en que vine a estar delante de ti hasta este día, para que no pueda yo ir y realmente pelear contra los enemigos de mi señor el rey?”. 9 Ante esto, Akís contestó y dijo a David: “Bien sé yo que has sido bueno a mis propios ojos, como un ángel de Dios. Solo que los príncipes de los filisteos son los que han dicho: ‘No suba él con nosotros a la batalla’. 10 Y ahora, levántate muy de mañana con los siervos de tu señor que vinieron contigo; y ustedes tienen que levantarse muy de mañana cuando haya esclarecido para ustedes. Entonces váyanse”. 11 En conformidad, David madrugó, él y sus hombres, para irse por la mañana y regresar a la tierra de los filisteos; y los filisteos mismos subieron a Jezreel.
30 Y mientras David y sus hombres iban llegando a Ziqlag al tercer día, aconteció que los amalequitas hicieron una incursión en el sur y en Ziqlag; y procedieron a herir a Ziqlag y a quemarla con fuego, 2 y a llevarse cautivas a las mujeres [y a todos los] que había en ella, desde el más pequeño hasta el más grande. No dieron muerte a nadie, sino que fueron conduciéndolos y siguieron su camino. 3 Cuando David llegó con sus hombres a la ciudad, pues, allí estaba quemada con fuego, y, en cuanto a las esposas y los hijos y las hijas de ellos, habían sido llevados cautivos. 4 Y David y la gente que estaba con él empezaron a alzar la voz y llorar, hasta que no hubo en ellos poder para llorar [más]. 5 Y las dos esposas de David habían sido llevadas cautivas, Ahinoam la jezreelita y Abigail la esposa de Nabal el carmelita. 6 Y aquello se le hizo muy angustioso a David, porque la gente dijo que lo apedrearan; pues el alma de toda la gente se había amargado, cada uno a causa de sus hijos y sus hijas. De modo que David recurrió a fortalecerse mediante Jehová su Dios. 7 Por eso David dijo a Abiatar el sacerdote, hijo de Ahimélec: “Por favor, acércame el efod, sí”. Y vino Abiatar acercando el efod a David. 8 Y David empezó a inquirir de Jehová, diciendo: “¿Voy en seguimiento de esta partida merodeadora? ¿Los alcanzaré?”. A lo cual le dijo: “Ve en seguimiento, porque sin falta los alcanzarás, y sin falta efectuarás una liberación”. 9 Prestamente se puso en marcha David, él y los seiscientos hombres que estaban con él, y siguieron adelante hasta el valle torrencial de Besor, y los hombres que habían de ser dejados atrás se detuvieron. 10 Y David continuó el seguimiento, él y cuatrocientos hombres, pero doscientos hombres que estaban demasiado cansados para pasar el valle torrencial de Besor se detuvieron. 11 Y entonces hallaron en el campo a un hombre, un egipcio. De modo que lo llevaron a David y le dieron pan para que comiera y le dieron agua de beber. 12 Además, le dieron una tajada de una torta de higos comprimidos y dos tortas de pasas. Entonces él comió, y le volvió el espíritu; pues no había comido pan ni bebido agua por tres días y tres noches. 13 David ahora le dijo: “¿A quién perteneces, y de dónde eres?”, a lo cual él dijo: “Soy un servidor egipcio, esclavo de un amalequita, pero mi amo me dejó porque enfermé hace tres días. 14 Nosotros fuimos los que hicimos una incursión en el sur de los keretitas y sobre lo que pertenece a Judá y sobre el sur de Caleb; y a Ziqlag la quemamos con fuego”. 15 Ante esto, David le dijo: “¿Me llevas abajo a esta partida merodeadora?”. A esto él dijo: “Júrame, sí, por Dios, que no me darás muerte, y que no me entregarás en mano de mi amo, y te llevaré abajo a esta partida merodeadora”. 16 En conformidad, lo llevó abajo, y allí estaban desparramados en desorden sobre la superficie de toda la tierra, comiendo y bebiendo y teniendo un banquete con motivo de todo el gran despojo que habían tomado de la tierra de los filisteos y de la tierra de Judá. 17 Y David estuvo derribándolos desde la oscuridad matutina hasta el atardecer, para darlos por entero a la destrucción; y no escapó de ellos hombre alguno salvo cuatrocientos jóvenes que montaron en camellos y se pusieron en fuga. 18 Y David logró librar todo lo que los amalequitas habían tomado, y a sus dos esposas David las libró. 19 Y no hubo cosa alguna de lo suyo que les faltara, de lo más pequeño a lo más grande, ni de hijos e hijas, ni del despojo, ni siquiera de lo que habían tomado para sí. Todo lo recobró David. 20 Así que David tomó todos los rebaños y las vacadas, los cuales condujeron delante de aquel [otro] ganado. Entonces dijeron: “Este es el despojo de David”. 21 Por fin David llegó a los doscientos hombres que habían estado demasiado cansados para ir con David, y a quienes habían hecho quedarse junto al valle torrencial de Besor; y ellos salieron al encuentro de David y al encuentro de la gente que estaba con él. Cuando David se acercó a la gente, empezó a preguntarles cómo estaban. 22 Sin embargo, todo hombre malo y que no servía para nada de entre los hombres que habían ido con David respondió y siguió diciendo: “Por razón de que no fueron con nosotros, ciertamente no les daremos nada del despojo que libramos, salvo a cada uno su esposa y sus hijos, y que los conduzcan y se vayan”. 23 Pero David dijo: “No deben hacer así, hermanos míos, con lo que Jehová nos ha dado, ya que él nos resguardó y dio en nuestra mano la partida merodeadora que vino contra nosotros. 24 ¿Y quién los escuchará a ustedes tocante a este dicho? Porque como la parte que corresponde al que bajó a la batalla, aun así será la parte que corresponda al que se quedó junto al bagaje. Todos participarán juntos”. 25 Y desde aquel día en adelante aconteció que él lo mantuvo establecido como disposición reglamentaria y decisión judicial para Israel hasta el día de hoy. 26 Cuando David llegó a Ziqlag, procedió a enviar parte del despojo a los ancianos de Judá, sus amigos, diciendo: “Aquí está un regalo de bendición para ustedes del despojo de los enemigos de Jehová”. 27 A los que estaban en Betel, y a los de Ramot del sur, y a los de Jatir, 28 y a los de Aroer, y a los de Sifmot, y a los de Estemoa, 29 y a los de Racal, y a los de las ciudades de los jerahmeelitas, y a los de las ciudades de los quenitas, 30 y a los de Hormá, y a los de Borasán, y a los de Atac, 31 y a los de Hebrón, y a todos los lugares por donde David había andado, él y sus hombres. 
31 Ahora bien, los filisteos estaban peleando contra Israel, y los hombres de Israel se pusieron en fuga de delante de los filisteos, y siguieron cayendo muertos en el monte Guilboa. 2 Y los filisteos continuaron siguiendo de cerca a Saúl y sus hijos; y los filisteos por fin derribaron a Jonatán y a Abinadab y a Malki-súa, hijos de Saúl. 3 Y el pelear se hizo reñido contra Saúl, y los disparadores, los saeteros, por fin lo hallaron, y fue gravemente herido por los disparadores. 4 Entonces Saúl dijo a su escudero: “Desenvaina tu espada y atraviésame con ella, para que no vengan estos incircuncisos y ciertamente me atraviesen y me traten abusivamente”. Y su escudero no quiso, porque tenía mucho miedo. De modo que Saúl tomó la espada y cayó sobre ella. 5 Cuando su escudero vio que Saúl había muerto, entonces él también cayó sobre su propia espada, y murió con él. 6 Así Saúl y sus tres hijos y su escudero, aun todos sus hombres, llegaron a morir juntos en aquel día. 7 Cuando los hombres de Israel que estaban en la región de la llanura baja y que estaban en la región del Jordán vieron que los hombres de Israel habían huido, y que Saúl y sus hijos habían muerto, entonces ellos empezaron a dejar las ciudades y huir, después de lo cual los filisteos procedieron a entrar y a morar en ellas. 8 Y al día siguiente aconteció que, cuando los filisteos vinieron para despojar a los que habían sido muertos, llegaron a hallar a Saúl y sus tres hijos caídos sobre el monte Guilboa. 9 Y procedieron a cortarle la cabeza y a despojarlo de su armadura y a enviar a la tierra de los filisteos todo en derredor para dar informe a las casas de sus ídolos y al pueblo. 10 Al fin pusieron la armadura de él en la casa de las imágenes de Astoret, y su cadáver lo fijaron en el muro de Bet-san. 11 Y tocante a él, los habitantes de Jabés-galaad llegaron a oír lo que los filisteos habían hecho a Saúl. 12 En seguida todos los hombres valientes se levantaron y caminaron toda la noche, y quitaron el cadáver de Saúl y los cadáveres de sus hijos del muro de Bet-san, y llegaron a Jabés y los quemaron allí. 13 Entonces tomaron sus huesos y los enterraron bajo el tamarisco de Jabés, y se dieron al ayuno por siete días.


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