domingo, 27 de enero de 2013

domingo, 27 de enero de 2013


TEXTO DEL DÍA

CITA BÍBLICA
Descripción Biblia

Referencias BÍBLICAS
*** Texto del domingo, 27 de enero de 2013 ***

Domingo 27 de enero

Yo soy la parte que te corresponde, y tu herencia, en medio de los hijos de Israel (Núm. 18:20).

(Números 18:20) Y Jehová pasó a decir a Aarón: “No tendrás herencia en la tierra de ellos, y no llegará a corresponderte parte alguna en medio de ellos. Yo soy la parte que te corresponde, y tu herencia, en medio de los hijos de Israel.
(Números 26:62) Y sus inscritos ascendieron a veintitrés mil, todos varones de un mes de edad para arriba. Pues ellos no fueron inscritos entre los hijos de Israel, porque no había de dárseles herencia entre los hijos de Israel.
(Deuteronomio 10:9) Por eso Leví no ha llegado a tener participación ni herencia con sus hermanos. Jehová es su herencia, tal como Jehová tu Dios le había dicho.
(Deuteronomio 12:12) Y tienen que regocijarse delante de Jehová su Dios, ustedes y sus hijos y sus hijas y sus esclavos y sus esclavas y el levita que está dentro de sus puertas, porque él no tiene participación ni herencia con ustedes.
(Deuteronomio 14:27) Y no debes abandonar al levita que está dentro de tus puertas, porque él no tiene participación ni herencia contigo.
(Josué 14:3) Porque Moisés había dado la herencia de las otras dos tribus y de la otra media tribu al otro lado del Jordán; y a los levitas no les dio herencia en medio de ellos.
(Deuteronomio 18:2) Así que ninguna herencia debe llegar a pertenecerle en medio de sus hermanos. Jehová es su herencia, tal como le ha hablado.
(Josué 13:14) Fue solamente a la tribu de Leví a la que no dio herencia. Las ofrendas hechas por fuego de Jehová el Dios de Israel son su herencia, tal como les ha prometido.
(Josué 18:7) Porque los levitas no tienen participación en medio de ustedes, por cuanto su herencia es el sacerdocio de Jehová; y Gad y Rubén y la media tribu de Manasés han tomado su herencia del lado del Jordán hacia el oriente, la cual Moisés el siervo de Jehová les ha dado”.
(Ezequiel 44:28) ”‘Y tiene que llegar a ser de ellos como herencia: Yo soy su herencia. Y ninguna posesión deben darles ustedes en Israel: Yo soy su posesión.

Una vez que Israel conquistó gran parte de la Tierra Prometida, llegó el momento de repartirla. De ello se encargaron Josué, el sumo sacerdote Eleazar y los cabezas de las tribus (Núm. 34:13-29)
(Números 34:13-29) De modo que Moisés dio orden a los hijos de Israel, y dijo: “Esta es la tierra que ustedes se repartirán proporcionalmente como posesión, por sorteo, tal como Jehová ha mandado darla a las nueve tribus y media. 14 Porque la tribu de los hijos de los rubenitas, por la casa de sus padres, y la tribu de los hijos de los gaditas, por la casa de sus padres, ya han tomado, y la media tribu de Manasés, ya han tomado su herencia. 15 Las dos tribus y media ya han tomado su herencia de la región del Jordán junto a Jericó hacia el este, en dirección al naciente”. 16 Y Jehová habló nuevamente a Moisés, y dijo: 17 “Estos son los nombres de los hombres que les dividirán la tierra por posesión: Eleazar el sacerdote y Josué hijo de Nun. 18 Y ustedes tomarán un principal de cada tribu para dividir la tierra por posesión. 19 Y estos son los nombres de los hombres: De la tribu de Judá, Caleb hijo de Jefuné; 20 y de la tribu de los hijos de Simeón, Semuel hijo de Amihud; 21 de la tribu de Benjamín, Elidad hijo de Kislón; 22 y de la tribu de los hijos de Dan un principal, Buquí hijo de Joglí; 23 de los hijos de José, de la tribu de los hijos de Manasés un principal, Haniel hijo de Efod; 24 y de la tribu de los hijos de Efraín un principal, Quemuel hijo de Siftán; 25 y de la tribu de los hijos de Zabulón un principal, Elizafán hijo de Parnac; 26 y de la tribu de los hijos de Isacar un principal, Paltiel hijo de Azán; 27 y de la tribu de los hijos de Aser un principal, Ahihud hijo de Selomí; 28 y de la tribu de los hijos de Neftalí un principal, Pedahel hijo de Amihud”. 29 Estos son aquellos a quienes Jehová mandó que hicieran a los hijos de Israel terratenientes en la tierra de Canaán.

(Números 26:55) Solo que por sorteo debe repartirse proporcionalmente la tierra. Conforme a los nombres de las tribus de sus padres deben conseguir una herencia.
(Números 33:54) Y tienen que repartirse proporcionalmente la tierra como posesión, por sorteo, según sus familias. Al populoso deben aumentarle su herencia, y al escaso deben reducirle su herencia. A donde le resulte [la herencia] por sorteo, allí llegará a ser suya. Por las tribus de sus padres deben proveerse de propiedad en tierras.
(Josué 14:2) Su herencia fue por sorteo, tal como había mandado Jehová por medio de Moisés para las nueve tribus y la media tribu.
(Josué 18:6) En cuanto a ustedes, ustedes delinearán el mapa de la tierra en siete partes, y tienen que traérmelas acá, y tendré que echar suertes para ustedes aquí delante de Jehová nuestro Dios.
(Proverbios 16:33) En el regazo se echa la suerte, pero de Jehová procede toda decisión por ella.
(Josué 14:2) 2 Su herencia fue por sorteo, tal como había mandado Jehová por medio de Moisés para las nueve tribus y la media tribu.
(Números 32:33) Ante esto, Moisés les dio, es decir, a los hijos de Gad y a los hijos de Rubén y a la mitad de la tribu de Manasés hijo de José, el reino de Sehón el rey de los amorreos y el reino de Og el rey de Basán, la tierra que pertenecía a las ciudades de este en los territorios, y las ciudades de la tierra en derredor.
(Deuteronomio 3:12) Y tomamos posesión de esta tierra en aquel tiempo en particular; desde Aroer, que está junto al valle torrencial de Arnón, y la mitad de la región montañosa de Galaad, y sus ciudades he dado a los rubenitas y a los gaditas.
(Deuteronomio 3:13) Y el remanente de Galaad y todo Basán del reino de Og lo he dado a la media tribu de Manasés. Toda la región de Argob de todo Basán, ¿no se le llama la tierra de los refaím?
(Josué 13:8) Con la otra media tribu los rubenitas y los gaditas tomaron su herencia que Moisés les dio del lado del Jordán hacia el oriente, tal como se la había dado Moisés el siervo de Jehová,
(Números 32:5) Y siguieron diciendo: “Si hemos hallado favor a tus ojos, que se dé esta tierra a tus siervos como posesión. No nos hagas cruzar el Jordán”.
(Números 32:32) Nosotros mismos ciertamente pasaremos equipados delante de Jehová a la tierra de Canaán, y la posesión de nuestra herencia estará con nosotros de este lado del Jordán”.
(Números 3:32) Y el principal de los principales de los levitas era Eleazar hijo de Aarón el sacerdote, que tenía la superintendencia de los encargados de la obligación para con el lugar santo.
(Números 20:26) Y despoja a Aarón de sus prendas de vestir, y tienes que vestir con ellas a Eleazar su hijo; y Aarón será recogido [a su pueblo] y tendrá que morir allí”.
(Josué 14:1) Ahora bien, esto es lo que los hijos de Israel tomaron como posesión hereditaria en la tierra de Canaán, que Eleazar el sacerdote y Josué hijo de Nun y los cabezas de los padres de las tribus de los hijos de Israel les hicieron heredar.
(Josué 19:51) Estas fueron las herencias que Eleazar el sacerdote y Josué hijo de Nun y los cabezas de los padres de las tribus de los hijos de Israel distribuyeron como posesión por sorteo en Siló, delante de Jehová, a la entrada de la tienda de reunión. De modo que cesaron de repartir proporcionalmente la tierra.
(Números 14:38) Pero Josué hijo de Nun y Caleb hijo de Jefuné ciertamente seguirán viviendo, de aquellos hombres que fueron a espiar la tierra”’”.
(Números 27:18) Por eso Jehová dijo a Moisés: “Toma para ti a Josué hijo de Nun, un hombre en quien hay espíritu, y tienes que poner tu mano sobre él;
(Números 1:4) ”Y deben estar con ustedes algunos hombres, un hombre por cada tribu; cada uno es cabeza para la casa de sus
(Josué 15:1) 15 Y la porción que le tocó en suerte a la tribu de los hijos de Judá, por sus familias, vino a ser hasta el límite de Edom, el desierto de Zin, hasta el Négueb en su extremo del sur.
(Números 34:18) Y ustedes tomarán un principal de cada tribu para dividir la tierra por posesión.
(Deuteronomio 32:8) Cuando el Altísimo dio a las naciones una herencia, cuando separó a los hijos de Adán unos de otros, procedió a fijar el límite de los pueblos con consideración para el número de los hijos de Israel.
(Josué 19:51) Estas fueron las herencias que Eleazar el sacerdote y Josué hijo de Nun y los cabezas de los padres de las tribus de los hijos de Israel distribuyeron como posesión por sorteo en Siló, delante de Jehová, a la entrada de la tienda de reunión. De modo que cesaron de repartir proporcionalmente la tierra.
(Hechos 17:26) E hizo de un solo [hombre] toda nación de hombres, para que moren sobre la entera superficie de la tierra, y decretó los tiempos señalados y los límites fijos de la morada de [los hombres],

llos le asignaron una porción a cada tribu, pero no le entregaron ninguna a la de Leví (Jos. 14:1-5). ¿Por qué no? ¿Será que la pasaron por alto? ¿O acaso no le correspondía ninguna parte o herencia? En realidad, Jehová no tenía ninguna intención de abandonar a los levitas. De hecho, él mismo les había dicho las palabras del texto de hoy: “Yo soy la parte que te corresponde”. ¡Qué palabras tan profundas! ¿Cómo nos sentiríamos nosotros si Dios nos prometiera algo así? Tal vez nos preguntemos: “¿Es posible que, a pesar de nuestra imperfección, los cristianos gocemos de semejante privilegio?”. Sí, es posible. Él puede ser nuestra propia herencia sea que esperemos vivir en el cielo o en la Tierra. w11 15/9 1:1, 2
(Josué 14:1-5) Ahora bien, esto es lo que los hijos de Israel tomaron como posesión hereditaria en la tierra de Canaán, que Eleazar el sacerdote y Josué hijo de Nun y los cabezas de los padres de las tribus de los hijos de Israel les hicieron heredar. 2 Su herencia fue por sorteo, tal como había mandado Jehová por medio de Moisés para las nueve tribus y la media tribu. 3 Porque Moisés había dado la herencia de las otras dos tribus y de la otra media tribu al otro lado del Jordán; y a los levitas no les dio herencia en medio de ellos. 4 Pues los hijos de José habían llegado a ser dos tribus, Manasés y Efraín; y a los levitas no se había dado participación en la tierra, salvo ciudades donde morar y sus dehesas para su ganado y su propiedad. 5 Tal como Jehová había mandado a Moisés, así lo hicieron los hijos de Israel; y procedieron a repartir la tierra proporcionalmente.

(Números 34:2) 2 “Da orden a los hijos de Israel, y tienes que decirles: ‘Van a entrar en la tierra de Canaán. Esta es la tierra que les caerá por herencia, la tierra de Canaán conforme a sus límites.
(Números 34:17) “Estos son los nombres de los hombres que les dividirán la tierra por posesión: Eleazar el sacerdote y Josué hijo de Nun.
(Josué 19:51) Estas fueron las herencias que Eleazar el sacerdote y Josué hijo de Nun y los cabezas de los padres de las tribus de los hijos de Israel distribuyeron como posesión por sorteo en Siló, delante de Jehová, a la entrada de la tienda de reunión. De modo que cesaron de repartir proporcionalmente la tierra.
(Números 26:55) Solo que por sorteo debe repartirse proporcionalmente la tierra. Conforme a los nombres de las tribus de sus padres deben conseguir una herencia.
(Números 33:54) Y tienen que repartirse proporcionalmente la tierra como posesión, por sorteo, según sus familias. Al populoso deben aumentarle su herencia, y al escaso deben reducirle su herencia. A donde le resulte [la herencia] por sorteo, allí llegará a ser suya. Por las tribus de sus padres deben proveerse de propiedad en tierras.
(Nehemías 11:1) Ahora bien, los príncipes del pueblo tenían su morada en Jerusalén; pero en cuanto a los demás del pueblo, echaron suertes para hacer que uno de cada diez entrara a morar en Jerusalén la ciudad santa, y las otras nueve partes en las otras ciudades.
(Proverbios 16:33) En el regazo se echa la suerte, pero de Jehová procede toda decisión por ella.
(Hechos 13:19) Después de destruir a siete naciones en la tierra de Canaán, distribuyó por suerte la tierra de ellos:
(Números 34:13) 13 De modo que Moisés dio orden a los hijos de Israel, y dijo: “Esta es la tierra que ustedes se repartirán proporcionalmente como posesión, por sorteo, tal como Jehová ha mandado darla a las nueve tribus y media.
(Números 32:29) De modo que les dijo Moisés: “Si los hijos de Gad y los hijos de Rubén pasan con ustedes el Jordán, todos equipados para la guerra, delante de Jehová, y la tierra realmente queda sojuzgada delante de ustedes, entonces tienen que darles la tierra de Galaad como posesión.
(Josué 13:8) Con la otra media tribu los rubenitas y los gaditas tomaron su herencia que Moisés les dio del lado del Jordán hacia el oriente, tal como se la había dado Moisés el siervo de Jehová,
(Deuteronomio 10:9) Por eso Leví no ha llegado a tener participación ni herencia con sus hermanos. Jehová es su herencia, tal como Jehová tu Dios le había dicho.
(Josué 13:14) Fue solamente a la tribu de Leví a la que no dio herencia. Las ofrendas hechas por fuego de Jehová el Dios de Israel son su herencia, tal como les ha prometido.
(Génesis 48:5) Y ahora tus dos hijos, que te nacieron en la tierra de Egipto antes que yo viniera acá a ti en Egipto, son míos. Efraín y Manasés llegarán a ser míos como Rubén y Simeón.
(1 Crónicas 5:2) Pues Judá mismo resultó ser superior entre sus hermanos, y el que había de ser caudillo procedía de él; pero el derecho como primogénito fue de José—
(Números 35:7) Todas las ciudades que darán a los levitas serán cuarenta y ocho ciudades, estas juntamente con sus dehesas.
(Josué 21:2) y procedieron a hablarles en Siló, en la tierra de Canaán, y a decir: “Jehová mandó por medio de Moisés que se nos dieran ciudades donde morar, junto con sus dehesas para nuestros animales domésticos”.
(1 Crónicas 6:54) Y estas fueron sus moradas según sus campamentos amurallados en su territorio, para los hijos de Aarón que pertenecían a la familia de los qohatitas, porque la suerte había llegado a ser de ellos.
(Levítico 25:34) Además, el campo de dehesa de sus ciudades no podrá venderse, porque es una posesión hasta tiempo indefinido para ellos.
(Números 35:2) “Da a los hijos de Israel el mandato de que de la herencia de su posesión tienen que dar a los levitas ciudades en donde habitar, y deben dar a los levitas la dehesa de las ciudades todo en derredor de ellas.
(Números 35:5) Y ustedes tienen que medir fuera de la ciudad por el lado del este dos mil codos, y por el lado del sur dos mil codos, y por el lado del oeste dos mil codos, y por el lado del norte dos mil codos, con la ciudad en medio. Esto les servirá a ellos como dehesas de las ciudades.

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Jehová es nuestra herencia
“Yo soy la parte que te corresponde, y tu herencia, en medio de los hijos de Israel.” (NÚM. 18:20)
UNA vez que Israel conquistó gran parte de la Tierra Prometida, llegó el momento de repartirla. De ello se encargaron Josué, el sumo sacerdote Eleazar y los cabezas de las tribus (Núm. 34:13-29). Ellos le asignaron una porción a cada tribu, pero no le entregaron ninguna a la de Leví (Jos. 14:1-5). ¿Por qué no? ¿Será que la pasaron por alto? ¿O acaso no le correspondía ninguna parte o herencia?
2 En realidad, Jehová no tenía ninguna intención de abandonar a los levitas. De hecho, él mismo le había asegurado a Aarón como representante de esta tribu: “Yo soy la parte que te corresponde, y tu herencia, en medio de los hijos de Israel” (Núm. 18:20). ¡Qué palabras tan profundas! ¿Cómo nos sentiríamos nosotros si Dios nos prometiera algo así? Tal vez nos preguntáramos: “¿Soy yo digno de recibir como herencia al Todopoderoso? ¿Es posible que, a pesar de nuestra imperfección, los cristianos gocemos de semejante privilegio?”. Sin duda, son preguntas muy importantes, ya que están muy relacionadas con cada uno de nosotros y nuestros seres queridos. Así pues, comenzaremos explicando qué significa tener a Jehová como herencia. Luego veremos en qué sentido puede ser él nuestra propia herencia, sea que esperemos vivir en el cielo o en la Tierra.
Jehová cuida a la tribu de Leví
3 Antes de la Ley mosaica, cada cabeza de familia se encargaba de las labores sacerdotales. Pero cuando se instituyó la Ley, estas funciones quedaron reservadas a la tribu de Leví, cuyos hombres se dedicarían exclusivamente a trabajar como sacerdotes o ayudantes de estos. ¿Cómo se llegó a este sistema? Recordemos que, cuando Jehová dio muerte a los primogénitos varones de Egipto, explicó que había santificado a los primogénitos de Israel, es decir, los había convertido en propiedad suya a fin de que le sirvieran. Sin embargo, más tarde decidió utilizar a los levitas “en lugar de todos los primogénitos de los hijos de Israel”. Eso sí, como el número total de primogénitos resultó ser mayor que el de levitas, mandó pagar un rescate para compensar la diferencia (Núm. 3:11-13, 41, 46, 47). A partir de entonces, la tribu de Leví comenzó su servicio sagrado en la nación.
4 Como vimos, la tribu de Leví no obtuvo ningún terreno; más bien, la “herencia” que le correspondió fue un valiosísimo servicio: “el sacerdocio de Jehová” (Jos. 18:7). Por eso él le dijo en Números 18:20: “Yo soy la parte que te corresponde”. Ahora bien, ¿estaban condenados los levitas a vivir en la pobreza por no poseer campos? El contexto muestra que no (léase Números 18:19, 21, 24). “En cambio por su servicio”, las familias de la nación les entregaban “toda décima parte en Israel como herencia”, es decir, un diez por ciento de las cosechas y de los animales que nacían. A su vez, los levitas reservaban la décima parte de lo que recibían —lo más selecto— para dársela a los sacerdotes (Núm. 18:25-29). Estos últimos también recibían “todas las contribuciones santas” que los israelitas llevaban al santuario. Sin duda, los sacerdotes podían confiar plenamente en que Jehová cubriría sus necesidades.
5 Según parece, la Ley mosaica mandaba que todas las familias reservaran otra décima parte de sus ganancias para su propio sustento y disfrute durante las asambleas anuales (Deu. 14:22-27). No obstante, en algunas ocasiones —al final del tercer y sexto año del ciclo sabático de siete años— debían utilizar este segundo diezmo para ayudar a los pobres y los levitas. ¿Por qué se beneficiaban también los levitas? Porque ellos no tenían ni “participación ni herencia” en Israel (Deu. 14:28, 29).
6 Si los levitas no heredaron ninguna tierra, ¿dónde vivían? Jehová cuidó de ellos, pues les asignó ciertas ciudades y campos adyacentes. En total, disponían de 48 poblaciones —entre ellas, las seis ciudades de refugio— donde residían cuando no estaban trabajando en el santuario (Núm. 35:6-8). Es evidente que Dios atendía con creces las necesidades de quienes se dedicaban por completo a su servicio. ¿Cómo podían demostrar ellos que realmente veían a Jehová como su herencia? Confiando en que él tenía la capacidad y el deseo de cuidarlos.
7 A veces había israelitas que no pagaban el diezmo. Aunque tal negligencia no era castigada por la Ley mosaica, perjudicaba a todos los levitas, incluidos los sacerdotes. Eso fue lo que les ocurrió en tiempos de Nehemías. Como consecuencia, se vieron obligados a trabajar en sus campos y descuidaron su servicio sagrado (léase Nehemías 13:10). Los miembros de la tribu de Leví dependían para su sustento de que el resto de la nación fuera obediente. Sin duda, necesitaban demostrar confianza en Jehová y en el medio que había establecido para cuidarlos.
Levitas que tuvieron a Jehová como herencia personal
8 Aunque la tribu de Leví en general tenía a Jehová como la herencia que le correspondía, algunos de sus miembros usaron a título individual la expresión “Jehová es la parte que me corresponde”, manifestando así su devoción y confianza en Dios (Lam. 3:24). Entre ellos figura el compositor del Salmo 73, Asaf. Así se llamaba uno de los encargados de dirigir a los cantores levitas en tiempos del rey David, si bien es posible que el nombre se refiera aquí a algún descendiente suyo que servía de cantante y compositor (1 Cró. 6:31-43). Sea quien fuere el escritor de este salmo, lo cierto es que se sentía desconcertado al ver que a los malvados les iba bien en la vida. Cegado por la envidia, llegó a afirmar: “En vano he limpiado mi corazón y lavo mis manos en la inocencia”. Parece que había olvidado que servir a Jehová y tenerlo como herencia era un gran honor. Sin embargo, su crisis espiritual terminó después de “entrar en el magnífico santuario de Dios” (Sal. 73:2, 3, 12, 13, 17).
9 Una vez en el santuario, Asaf comenzó a ver las cosas desde la perspectiva del Altísimo. Muchos cristianos han vivido una experiencia semejante. Al igual que este levita, dejaron de valorar como debían los privilegios espirituales y se concentraron en los bienes materiales que podrían conseguir. Pero al estudiar la Palabra de Dios y reunirse con su pueblo, corrigieron su forma de pensar. En el caso de Asaf, él se dio cuenta de que, tarde o temprano, la gente mala cosecha lo que siembra. Al reflexionar en las bendiciones que había recibido, comprendió que Jehová lo llevaría de la mano y lo guiaría. De ahí que Asaf le dijera: “Además de ti, de veras no tengo otro deleite en la tierra” (Sal. 73:23, 25). Sabía que, pasara lo que pasara —incluso si le fallaban la salud y el ánimo—, siempre podría asegurar: “Dios es [...] la parte que me corresponde hasta tiempo indefinido” (léase Salmo 73:26). ¡Qué aliviado se sintió al recordar que Jehová jamás olvidaría su amistad y fiel servicio! (Ecl. 7:1.) Tanto es así que cantó: “Acercarme a Dios es bueno para mí. En el Señor Soberano Jehová he puesto mi refugio” (Sal. 73:28).
10 Cuando Asaf declaró que Jehová era la parte, o herencia, que le correspondía, estaba hablando de mucho más que de la ayuda material que recibía por ser levita. Más bien, se refería al honor de servir a Dios en su santuario y gozar de su amistad (Sant. 2:21-23). Para mantener viva esa relación, debía demostrar fe en Jehová y confiar en que su futuro sería mucho mejor si le obedecía. ¿Verdad que nosotros podemos tener la misma fe y confianza?
11 Otro levita que usó la expresión “Jehová es la parte que me corresponde” fue Jeremías. Veamos qué quiso decir. Este profeta vivía en Anatot, una ciudad levítica cercana a Jerusalén (Jer. 1:1). En cierta ocasión se mostró contrariado al ver que la gente mala prosperaba, mientras que los buenos pasaban muchas penalidades (Jer. 12:1). Él sabía que Jehová es justo; por eso, al ver lo que ocurría en Jerusalén y Judá, le expresó su malestar. ¿Qué respuesta recibió? Dios le mandó proclamar un mensaje de juicio y se encargó de que sus profecías se cumplieran al pie de la letra: quienes no hicieron caso perdieron la vida, pero quienes obedecieron recibieron “su alma [...] como despojo”, es decir, se salvaron (Jer. 21:9).
12 La nación quedó desolada y en ruinas. Al verla en tan lamentable estado, Jeremías se encontró perdido, como si Jehová lo estuviera obligando a caminar en la oscuridad. Se sintió sin vida, “como hombres que han estado muertos por largo tiempo” (Lam. 1:1, 16; 3:6). Jerusalén y Judá habían sido destruidas porque los israelitas se negaron a dejar atrás su gran maldad y volver a su Padre celestial. Es cierto que el profeta se lo había advertido a la nación y que él no tenía la culpa de nada, pero aun así estaba muy triste. Con todo, reconoció que si la nación no había desaparecido por completo se debía a la “bondad amorosa de Jehová”, cuyas muestras de misericordia eran “nuevas cada mañana”. Y entonces afirmó: “Jehová es la parte que me corresponde”. En efecto, no había perdido su valioso privilegio de ser profeta de Dios (léase Lamentaciones 3:22-24).
13 Al decir: “Jehová es la parte que me corresponde”, Jeremías demostró, además, que confiaba en la compasión divina, lo que le permitió mantener “una actitud de espera”. Todas las tribus de Israel necesitaban cultivar esa misma actitud, pues habían perdido sus tierras y el país permanecería vacío y desolado setenta años (Jer. 25:11). Jehová era su única esperanza. Setenta años después trajo a su pueblo de regreso a su patria y le devolvió el privilegio de servirle allí (2 Cró. 36:20-23).
Una herencia personal que no se limitaba a los levitas
14 Ahora bien, ¿eran únicamente los levitas —como Asaf y Jeremías— quienes tendrían el privilegio de servir a Dios? ¡Claro que no! Un buen ejemplo de ello es David, quien antes de ser rey de Israel le dijo a Jehová: “Tú eres [...] la parte que me corresponde en la tierra de los vivientes” (léase Salmo 142:1, 5). Cuando compuso este salmo, David no se encontraba en un palacio ni una casa, sino en una cueva, donde se ocultaba de sus enemigos. Durante su vida, se escondió al menos dos veces en cuevas, una cerca de la ciudad de Adulam y otra en el desierto de En-guedí. Por tanto, es posible que fuera en una de ellas donde escribió el Salmo 142.
15 Recordemos que quien lo perseguía para matarlo era nada menos que el rey Saúl. Huyendo de él, David se introdujo en una cueva de difícil acceso (1 Sam. 22:1, 4). En aquel apartado lugar, viéndose solo y sin amigos que lo defendieran, acudió a Dios como su Protector (Sal. 142:4).
16 Para cuando compuso el Salmo 142, es fácil que David ya estuviera al tanto del trágico fin de Ahimélec. Sin saber que él era un fugitivo, este sumo sacerdote le había prestado ayuda, y por ello el furioso Saúl lo había mandado asesinar junto con su familia (1 Sam. 22:11, 18, 19). David se sentía culpable por la tragedia. Era como si hubiera matado a aquel servicial sacerdote con sus propias manos. ¿A quién no le ahogaría la culpa en una situación como esa? Para colmo de males, no le quedaba un momento de respiro, pues el rey venía pisándole los talones.
17 Pero esto no es todo. No mucho después falleció el profeta Samuel, quien lo había designado sucesor al trono (1 Sam. 25:1). Aunque aquella pérdida debió de hacerle sentir aún más desamparado, David nunca olvidó que contaba con el apoyo divino. Es cierto que Jehová no le había concedido el mismo honor que a los levitas, pero lo había elegido para desempeñar en el futuro otro tipo de servicio: gobernar a Israel (1 Sam. 16:1, 13). Por eso, David oró a Dios de todo corazón y buscó su guía con fe. Nosotros disponemos hoy de la misma ayuda. Si aceptamos a Jehová como herencia y refugio nuestro, también nos ayudará a servirle con toda el alma.
18 En este artículo hemos visto que tanto David como los levitas y otros miembros de la nación tenían a Jehová como su herencia. En otras palabras, habían recibido de él una responsabilidad en su servicio y la cumplían con la confianza de que recibirían su cuidado y protección. Cada uno de nosotros también puede llegar a afirmar que Jehová es la parte, o herencia, que le corresponde. En el siguiente artículo veremos qué hacer para conseguirlo.
[Nota]
Para más información sobre el modo en que Jehová cuidaba a los sacerdotes, véase Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2, páginas 890 y 891.
¿Sabe la respuesta?
• ¿Por qué podía decir la tribu de Leví que Jehová era la parte que le correspondía?
• ¿Cómo mostraron Asaf, Jeremías y David que Jehová era su herencia?
• ¿Qué cualidad debemos demostrar si queremos que Dios sea nuestra herencia?
[Preguntas del estudio]
 1, 2. a) ¿Qué ocurrió con la tribu de Leví cuando se repartió la Tierra Prometida? b) ¿Qué les prometió Jehová a los levitas?
 3. ¿Cómo llegó la tribu de Leví a encargarse del sacerdocio?
 4, 5. a) ¿En qué sentido era Jehová la herencia que les correspondía a los levitas? b) ¿Cómo cuidaba Dios a los levitas?
 6. Si los levitas no heredaron ninguna tierra, ¿dónde vivían?
 7. ¿Qué debían demostrar los levitas para que Jehová fuera su herencia?
 8. ¿Qué crisis espiritual experimentó el levita Asaf?
 9, 10. ¿Por qué podía Asaf afirmar: “Dios es [...] la parte que me corresponde hasta tiempo indefinido”?
11. ¿Qué le preocupaba a Jeremías, y qué respuesta recibió?
12, 13. a) ¿Por qué afirmó Jeremías: “Jehová es la parte que me corresponde”, y cuál fue su actitud? b) ¿Por qué necesitaban cultivar “una actitud de espera” las tribus de Israel?
14, 15. Aparte de los levitas, ¿quién tuvo a Jehová como herencia, y por qué?
16, 17. a) ¿Qué motivos tenía David para sentirse desamparado? b) ¿Con qué apoyo contaba siempre?
18. ¿En qué sentido tenían muchos fieles del pasado a Jehová como su herencia?

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