TEXTO DEL DÍA
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CITA BÍBLICA
Descripción Biblia
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Referencias BÍBLICAS
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*** Texto del domingo, 27 de enero de 2013 ***
Domingo 27 de enero
Yo soy la parte que te corresponde, y tu herencia, en medio de los
hijos de Israel (Núm.
18:20).
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(Números 18:20) Y Jehová pasó a decir a Aarón: “No
tendrás herencia en la tierra de ellos, y no llegará a corresponderte parte alguna en medio de ellos. Yo soy la parte
que te corresponde, y tu herencia, en medio de los hijos
de Israel.
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(Números 26:62) Y sus inscritos ascendieron
a veintitrés mil, todos varones de un mes de edad para arriba. Pues ellos no
fueron inscritos entre los hijos de Israel, porque no había de dárseles
herencia entre los hijos de Israel.
(Deuteronomio 10:9) Por eso Leví no ha llegado a
tener participación ni herencia con sus hermanos. Jehová es su herencia, tal
como Jehová tu Dios le había dicho.
(Deuteronomio 12:12) Y tienen que regocijarse
delante de Jehová su Dios, ustedes y sus hijos y sus hijas y sus esclavos y
sus esclavas y el levita que está dentro de sus puertas, porque él no tiene
participación ni herencia con ustedes.
(Deuteronomio 14:27) Y no debes abandonar al
levita que está dentro de tus puertas, porque él no tiene participación ni
herencia contigo.
(Josué 14:3) Porque Moisés había dado la
herencia de las otras dos tribus y de la otra media tribu al otro lado del
Jordán; y a los levitas no les dio herencia en medio de ellos.
(Deuteronomio 18:2) Así que ninguna herencia
debe llegar a pertenecerle en medio de sus hermanos. Jehová es su herencia,
tal como le ha hablado.
(Josué 13:14) Fue solamente a la
tribu de Leví a la que no dio herencia. Las ofrendas hechas por fuego de
Jehová el Dios de Israel son su herencia, tal como les ha prometido.
(Josué 18:7) Porque los levitas no
tienen participación en medio de ustedes, por cuanto su herencia es el
sacerdocio de Jehová; y Gad y Rubén y la media tribu de Manasés han tomado su
herencia del lado del Jordán hacia el oriente, la cual Moisés el siervo de
Jehová les ha dado”.
(Ezequiel 44:28) ”‘Y tiene que llegar a
ser de ellos como herencia: Yo soy su herencia. Y ninguna posesión deben
darles ustedes en Israel: Yo soy su posesión.
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Una vez que Israel
conquistó gran parte de la Tierra Prometida, llegó el momento de repartirla.
De ello se encargaron Josué, el sumo sacerdote Eleazar y los cabezas de
las tribus (Núm. 34:13-29)
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(Números
34:13-29) De modo que Moisés dio orden a los hijos de Israel, y dijo: “Esta
es la tierra que ustedes se repartirán proporcionalmente como posesión, por sorteo, tal como Jehová ha mandado
darla a las nueve tribus y media. 14 Porque la tribu
de los hijos de los rubenitas, por la casa de sus padres, y la tribu de los
hijos de los gaditas, por la casa de sus padres, ya han tomado, y la media
tribu de Manasés, ya han tomado su herencia. 15 Las dos
tribus y media ya han tomado su herencia de la región del Jordán junto a
Jericó hacia el este, en dirección al naciente”.
16 Y Jehová habló nuevamente a Moisés, y dijo: 17 “Estos
son los nombres de los hombres que les dividirán la tierra por posesión: Eleazar el
sacerdote y Josué hijo de Nun.
18 Y ustedes tomarán un principal de cada tribu para dividir
la tierra por posesión. 19 Y
estos son los nombres de los hombres: De la tribu de Judá, Caleb hijo de
Jefuné; 20 y de la tribu de los hijos de Simeón, Semuel hijo
de Amihud; 21 de la tribu de Benjamín, Elidad hijo de Kislón;
22 y de la tribu de los hijos de Dan un principal, Buquí hijo
de Joglí; 23 de los hijos de José, de la tribu de los hijos
de Manasés un principal, Haniel hijo de Efod; 24 y de la
tribu de los hijos de Efraín un principal, Quemuel hijo de Siftán; 25 y
de la tribu de los hijos de Zabulón un principal, Elizafán hijo de Parnac; 26 y
de la tribu de los hijos de Isacar un principal, Paltiel hijo de Azán; 27 y
de la tribu de los hijos de Aser un principal, Ahihud hijo de Selomí; 28 y
de la tribu de los hijos de Neftalí un principal, Pedahel hijo de Amihud”. 29 Estos
son aquellos a quienes Jehová mandó que hicieran a los hijos de Israel
terratenientes en la tierra de Canaán.
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(Números
26:55) Solo que por sorteo debe repartirse proporcionalmente la
tierra. Conforme a los nombres de las tribus de sus padres deben conseguir
una herencia.
(Números
33:54) Y tienen que repartirse proporcionalmente la tierra como
posesión, por sorteo, según sus familias. Al populoso deben aumentarle su
herencia, y al escaso deben reducirle su herencia. A donde le
resulte [la herencia] por sorteo, allí llegará a ser suya. Por las
tribus de sus padres deben proveerse de propiedad en tierras.
(Josué
14:2) Su herencia fue por sorteo, tal como había mandado Jehová por
medio de Moisés para las nueve tribus y la media tribu.
(Josué
18:6) En cuanto a ustedes, ustedes delinearán el mapa de la tierra en
siete partes, y tienen que traérmelas acá, y tendré que echar suertes para ustedes
aquí delante de Jehová nuestro Dios.
(Proverbios
16:33) En el regazo se echa la suerte, pero de Jehová procede toda
decisión por ella.
(Josué
14:2) 2 Su herencia fue por sorteo, tal como
había mandado Jehová por medio de Moisés para las nueve tribus y la media
tribu.
(Números 32:33) Ante esto, Moisés les dio, es decir,
a los hijos de Gad y a los hijos de Rubén y a la mitad de la tribu de Manasés
hijo de José, el reino de Sehón el rey de los amorreos y el reino de Og el
rey de Basán, la tierra que pertenecía a las ciudades de este en los
territorios, y las ciudades de la tierra en derredor.
(Deuteronomio 3:12) Y tomamos posesión de esta tierra en
aquel tiempo en particular; desde Aroer, que está junto al valle torrencial
de Arnón, y la mitad de la región montañosa de Galaad, y sus ciudades he dado
a los rubenitas y a los gaditas.
(Deuteronomio 3:13) Y el remanente de Galaad y todo Basán
del reino de Og lo he dado a la media tribu de Manasés. Toda la región de
Argob de todo Basán, ¿no se le llama la tierra de los refaím?
(Josué
13:8) Con la otra media tribu los rubenitas y los gaditas tomaron su
herencia que Moisés les dio del lado del Jordán hacia el oriente, tal como se
la había dado Moisés el siervo de Jehová,
(Números 32:5) Y siguieron diciendo: “Si hemos hallado favor a tus
ojos, que se dé esta tierra a tus siervos como posesión. No nos hagas cruzar
el Jordán”.
(Números 32:32) Nosotros mismos ciertamente pasaremos equipados delante
de Jehová a la tierra de Canaán, y la posesión de nuestra herencia estará con
nosotros de este lado del Jordán”.
(Números 3:32) Y el principal de los principales de
los levitas era Eleazar hijo de Aarón el sacerdote, que tenía la
superintendencia de los encargados de la obligación para con el lugar santo.
(Números 20:26) Y despoja a Aarón de sus prendas de
vestir, y tienes que vestir con ellas a Eleazar su hijo; y Aarón será
recogido [a su pueblo] y tendrá que morir allí”.
(Josué
14:1) Ahora bien, esto es lo que los hijos de Israel tomaron como
posesión hereditaria en la tierra de Canaán, que Eleazar el sacerdote y Josué
hijo de Nun y los cabezas de los padres de las tribus de los hijos de Israel
les hicieron heredar.
(Josué
19:51) Estas fueron las herencias que Eleazar el sacerdote y Josué
hijo de Nun y los cabezas de los padres de las tribus de los hijos de Israel
distribuyeron como posesión por sorteo en Siló, delante de Jehová, a la
entrada de la tienda de reunión. De modo que cesaron de repartir
proporcionalmente la tierra.
(Números 14:38) Pero Josué hijo de Nun y Caleb hijo de Jefuné
ciertamente seguirán viviendo, de aquellos hombres que fueron a espiar la
tierra”’”.
(Números 27:18) Por eso Jehová dijo a Moisés: “Toma para ti a Josué
hijo de Nun, un hombre en quien hay espíritu, y tienes que poner tu mano
sobre él;
(Números 1:4) ”Y deben estar con ustedes algunos hombres, un hombre por
cada tribu; cada uno es cabeza para la casa de sus
(Josué 15:1)
15 Y la porción que le tocó en suerte a la tribu de los hijos de Judá,
por sus familias, vino a ser hasta el límite de Edom, el desierto de Zin,
hasta el Négueb en su extremo del sur.
(Números 34:18)
Y ustedes tomarán un principal de cada tribu para dividir la tierra por
posesión.
(Deuteronomio 32:8)
Cuando el Altísimo dio a las naciones una herencia, cuando separó a los hijos
de Adán unos de otros, procedió a fijar el límite de los pueblos con
consideración para el número de los hijos de Israel.
(Josué 19:51)
Estas fueron las herencias que Eleazar el sacerdote y Josué hijo de Nun y los
cabezas de los padres de las tribus de los hijos de Israel distribuyeron como
posesión por sorteo en Siló, delante de Jehová, a la entrada de la tienda de
reunión. De modo que cesaron de repartir proporcionalmente la tierra.
(Hechos 17:26)
E hizo de un solo [hombre] toda nación de hombres, para que moren sobre la
entera superficie de la tierra, y decretó los tiempos señalados y los límites
fijos de la morada de [los hombres],
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llos le asignaron una
porción a cada tribu, pero no le entregaron ninguna a la de Leví (Jos. 14:1-5). ¿Por qué no?
¿Será que la pasaron por alto? ¿O acaso no le correspondía ninguna parte
o herencia? En realidad, Jehová no tenía ninguna intención de
abandonar a los levitas. De hecho, él mismo les había dicho las palabras
del texto de hoy: “Yo soy la parte que te corresponde”. ¡Qué palabras tan
profundas! ¿Cómo nos sentiríamos nosotros si Dios nos prometiera algo así?
Tal vez nos preguntemos: “¿Es posible que, a pesar de nuestra imperfección,
los cristianos gocemos de semejante privilegio?”. Sí, es posible. Él puede
ser nuestra propia herencia sea que esperemos vivir en el cielo o en la Tierra.
w11 15/9 1:1, 2
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(Josué 14:1-5) Ahora bien, esto es lo que los hijos de
Israel tomaron como posesión hereditaria en la tierra de
Canaán, que Eleazar el sacerdote y Josué hijo de Nun y los
cabezas de los padres de las tribus de los hijos de Israel les hicieron heredar. 2 Su
herencia fue por sorteo, tal como
había mandado Jehová por medio de Moisés para las nueve tribus y la media tribu. 3 Porque
Moisés había dado la herencia de las otras dos tribus y de la otra media
tribu al otro lado del Jordán; y a
los levitas no les dio herencia en medio de
ellos. 4 Pues los hijos de José habían
llegado a ser dos tribus, Manasés y Efraín;
y a los levitas no se había dado participación en la tierra, salvo ciudades donde morar y sus dehesas para su
ganado y su propiedad. 5 Tal
como Jehová había mandado a Moisés, así lo hicieron los hijos de Israel; y
procedieron a repartir la tierra proporcionalmente.
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(Números 34:2)
2 “Da orden a los hijos de Israel, y tienes que
decirles: ‘Van a entrar en la tierra de Canaán. Esta es la tierra que les
caerá por herencia, la tierra de Canaán conforme a sus límites.
(Números 34:17) “Estos son los nombres de los hombres
que les dividirán la tierra por posesión: Eleazar el sacerdote y Josué hijo
de Nun.
(Josué 19:51)
Estas fueron las herencias que Eleazar el sacerdote y Josué hijo de Nun y los
cabezas de los padres de las tribus de los hijos de Israel distribuyeron como
posesión por sorteo en Siló, delante de Jehová, a la entrada de la tienda de
reunión. De modo que cesaron de repartir proporcionalmente la tierra.
(Números 26:55)
Solo que por sorteo debe repartirse proporcionalmente la tierra. Conforme a
los nombres de las tribus de sus padres deben conseguir una herencia.
(Números 33:54)
Y tienen que repartirse proporcionalmente la tierra como posesión, por
sorteo, según sus familias. Al populoso deben aumentarle su herencia, y al
escaso deben reducirle su herencia. A donde le resulte [la herencia] por
sorteo, allí llegará a ser suya. Por las tribus de sus padres deben
proveerse de propiedad en tierras.
(Nehemías 11:1) Ahora bien, los príncipes del pueblo tenían
su morada en Jerusalén; pero en cuanto a los demás del pueblo, echaron
suertes para hacer que uno de cada diez entrara a morar en Jerusalén la
ciudad santa, y las otras nueve partes en las otras ciudades.
(Proverbios 16:33) En el regazo se echa la suerte, pero de
Jehová procede toda decisión por ella.
(Hechos 13:19)
Después de destruir a siete naciones en la tierra de Canaán, distribuyó por
suerte la tierra de ellos:
(Números 34:13)
13 De modo que Moisés dio orden a los hijos de Israel,
y dijo: “Esta es la tierra que ustedes se repartirán proporcionalmente como
posesión, por sorteo, tal como Jehová ha mandado darla a las nueve tribus y
media.
(Números 32:29) De modo que les dijo Moisés: “Si los
hijos de Gad y los hijos de Rubén pasan con ustedes el Jordán, todos
equipados para la guerra, delante de Jehová, y la tierra realmente queda
sojuzgada delante de ustedes, entonces tienen que darles la tierra de Galaad
como posesión.
(Josué 13:8)
Con la otra media tribu los rubenitas y los gaditas tomaron su herencia que
Moisés les dio del lado del Jordán hacia el oriente, tal como se la había
dado Moisés el siervo de Jehová,
(Deuteronomio 10:9) Por eso Leví no ha llegado a tener
participación ni herencia con sus hermanos. Jehová es su herencia, tal como
Jehová tu Dios le había dicho.
(Josué 13:14)
Fue solamente a la tribu de Leví a la que no dio herencia. Las ofrendas
hechas por fuego de Jehová el Dios de Israel son su herencia, tal como les ha
prometido.
(Génesis 48:5) Y ahora tus dos hijos, que te nacieron en
la tierra de Egipto antes que yo viniera acá a ti en Egipto, son míos. Efraín
y Manasés llegarán a ser míos como Rubén y Simeón.
(1 Crónicas
5:2) Pues Judá mismo resultó ser superior entre sus hermanos, y el que
había de ser caudillo procedía de él; pero el derecho como primogénito fue de
José—
(Números 35:7)
Todas las ciudades que darán a los levitas serán cuarenta y ocho ciudades,
estas juntamente con sus dehesas.
(Josué 21:2)
y procedieron a hablarles en Siló, en la tierra de Canaán, y a decir: “Jehová
mandó por medio de Moisés que se nos dieran ciudades donde morar, junto con
sus dehesas para nuestros animales domésticos”.
(1 Crónicas
6:54) Y estas fueron sus moradas según sus campamentos amurallados en
su territorio, para los hijos de Aarón que pertenecían a la familia de los
qohatitas, porque la suerte había llegado a ser de ellos.
(Levítico 25:34) Además, el campo de dehesa de sus
ciudades no podrá venderse, porque es una posesión hasta tiempo indefinido
para ellos.
(Números 35:2) “Da a los hijos de Israel el mandato de
que de la herencia de su posesión tienen que dar a los levitas ciudades en
donde habitar, y deben dar a los levitas la dehesa de las ciudades todo en
derredor de ellas.
(Números 35:5) Y ustedes tienen que medir fuera de la
ciudad por el lado del este dos mil codos, y por el lado del sur dos mil
codos, y por el lado del oeste dos mil codos, y por el lado del norte dos mil
codos, con la ciudad en medio. Esto les servirá a ellos como dehesas de las
ciudades.
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*** w11 15/9 Jehová es nuestra herencia
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Jehová es nuestra herencia
“Yo soy la parte
que te corresponde, y tu herencia, en medio de los hijos de Israel.” (NÚM.
18:20)
UNA vez que Israel conquistó
gran parte de la Tierra Prometida, llegó el momento de repartirla. De ello
se encargaron Josué, el sumo sacerdote Eleazar y los cabezas de las tribus (Núm.
34:13-29). Ellos le asignaron una porción a cada tribu, pero no le
entregaron ninguna a la de Leví (Jos. 14:1-5). ¿Por qué no? ¿Será que la
pasaron por alto? ¿O acaso no le correspondía ninguna parte o
herencia?
2 En realidad, Jehová no tenía
ninguna intención de abandonar a los levitas. De hecho, él mismo le había
asegurado a Aarón como representante de esta tribu: “Yo soy la parte que te
corresponde, y tu herencia, en medio de los hijos de Israel” (Núm. 18:20). ¡Qué
palabras tan profundas! ¿Cómo nos sentiríamos nosotros si Dios nos prometiera
algo así? Tal vez nos preguntáramos: “¿Soy yo digno de recibir como herencia
al Todopoderoso? ¿Es posible que, a pesar de nuestra imperfección, los
cristianos gocemos de semejante privilegio?”. Sin duda, son preguntas muy importantes,
ya que están muy relacionadas con cada uno de nosotros y nuestros seres
queridos. Así pues, comenzaremos explicando qué significa tener a Jehová como
herencia. Luego veremos en qué sentido puede ser él nuestra propia herencia,
sea que esperemos vivir en el cielo o en la Tierra.
Jehová cuida a la
tribu de Leví
3 Antes de la Ley mosaica,
cada cabeza de familia se encargaba de las labores sacerdotales. Pero cuando
se instituyó la Ley, estas funciones quedaron reservadas a la tribu de Leví,
cuyos hombres se dedicarían exclusivamente a trabajar como sacerdotes o
ayudantes de estos. ¿Cómo se llegó a este sistema? Recordemos que, cuando
Jehová dio muerte a los primogénitos varones de Egipto, explicó que había
santificado a los primogénitos de Israel, es decir, los había convertido en
propiedad suya a fin de que le sirvieran. Sin embargo, más tarde decidió
utilizar a los levitas “en lugar de todos los primogénitos de los hijos de
Israel”. Eso sí, como el número total de primogénitos resultó ser mayor
que el de levitas, mandó pagar un rescate para compensar la diferencia (Núm.
3:11-13, 41, 46, 47). A partir de entonces, la tribu de Leví comenzó
su servicio sagrado en la nación.
4 Como vimos, la tribu de Leví
no obtuvo ningún terreno; más bien, la “herencia” que le correspondió
fue un valiosísimo servicio: “el sacerdocio de Jehová” (Jos. 18:7). Por eso él
le dijo en Números 18:20: “Yo soy la parte que te corresponde”. Ahora bien, ¿estaban
condenados los levitas a vivir en la pobreza por no poseer campos? El contexto
muestra que no (léase Números 18:19,
21, 24). “En cambio por su servicio”, las
familias de la nación les entregaban “toda décima parte en Israel como
herencia”, es decir, un diez por ciento de las cosechas y de los animales que
nacían. A su vez, los levitas reservaban la décima parte de lo que recibían
—lo más selecto— para dársela a los sacerdotes (Núm. 18:25-29). Estos últimos
también recibían “todas las contribuciones santas” que los israelitas
llevaban al santuario. Sin duda, los sacerdotes podían confiar plenamente en
que Jehová cubriría sus necesidades.
5 Según parece, la Ley
mosaica mandaba que todas las familias reservaran otra décima parte de sus
ganancias para su propio sustento y disfrute durante las asambleas anuales
(Deu. 14:22-27). No obstante, en algunas ocasiones —al final del tercer
y sexto año del ciclo sabático de siete años— debían utilizar este segundo
diezmo para ayudar a los pobres y los levitas. ¿Por qué se beneficiaban también
los levitas? Porque ellos no tenían ni “participación ni herencia”
en Israel (Deu. 14:28, 29).
6 Si los levitas no heredaron
ninguna tierra, ¿dónde vivían? Jehová cuidó de ellos, pues les asignó ciertas
ciudades y campos adyacentes. En total, disponían de 48 poblaciones —entre
ellas, las seis ciudades de refugio— donde residían cuando no estaban
trabajando en el santuario (Núm. 35:6-8). Es evidente que Dios atendía
con creces las necesidades de quienes se dedicaban por completo a su
servicio. ¿Cómo podían demostrar ellos que realmente veían a Jehová como su
herencia? Confiando en que él tenía la capacidad y el deseo de cuidarlos.
7 A veces había israelitas
que no pagaban el diezmo. Aunque tal negligencia no era castigada
por la Ley mosaica, perjudicaba a todos los levitas, incluidos los sacerdotes.
Eso fue lo que les ocurrió en tiempos de Nehemías. Como consecuencia, se
vieron obligados a trabajar en sus campos y descuidaron su servicio sagrado (léase
Nehemías 13:10). Los miembros de la tribu de Leví
dependían para su sustento de que el resto de la nación fuera obediente. Sin
duda, necesitaban demostrar confianza en Jehová y en el medio que había
establecido para cuidarlos.
Levitas que tuvieron a
Jehová como herencia personal
8 Aunque la tribu de Leví en
general tenía a Jehová como la herencia que le correspondía, algunos de sus
miembros usaron a título individual la expresión “Jehová es la parte que me
corresponde”, manifestando así su devoción y confianza en Dios (Lam. 3:24).
Entre ellos figura el compositor del Salmo 73, Asaf. Así se llamaba uno de
los encargados de dirigir a los cantores levitas en tiempos del rey David, si
bien es posible que el nombre se refiera aquí a algún descendiente suyo que
servía de cantante y compositor (1 Cró. 6:31-43). Sea quien fuere el
escritor de este salmo, lo cierto es que se sentía desconcertado al ver que a
los malvados les iba bien en la vida. Cegado por la envidia, llegó a afirmar:
“En vano he limpiado mi corazón y lavo mis manos en la inocencia”. Parece que
había olvidado que servir a Jehová y tenerlo como herencia era un gran honor.
Sin embargo, su crisis espiritual terminó después de “entrar en el magnífico
santuario de Dios” (Sal. 73:2, 3, 12, 13, 17).
9 Una vez en el santuario,
Asaf comenzó a ver las cosas desde la perspectiva del Altísimo. Muchos
cristianos han vivido una experiencia semejante. Al igual que este
levita, dejaron de valorar como debían los privilegios espirituales y se
concentraron en los bienes materiales que podrían conseguir. Pero al estudiar
la Palabra de Dios y reunirse con su pueblo, corrigieron su forma de pensar.
En el caso de Asaf, él se dio cuenta de que, tarde o temprano, la gente
mala cosecha lo que siembra. Al reflexionar en las bendiciones que había
recibido, comprendió que Jehová lo llevaría de la mano y lo guiaría. De ahí
que Asaf le dijera: “Además de ti, de veras no tengo otro deleite en la
tierra” (Sal. 73:23, 25). Sabía que, pasara lo que pasara —incluso si le
fallaban la salud y el ánimo—, siempre podría asegurar: “Dios es [...]
la parte que me corresponde hasta tiempo indefinido” (léase Salmo
73:26). ¡Qué aliviado se sintió al recordar que Jehová jamás
olvidaría su amistad y fiel servicio! (Ecl. 7:1.) Tanto es así que cantó: “Acercarme
a Dios es bueno para mí. En el Señor Soberano Jehová he puesto mi refugio”
(Sal. 73:28).
10 Cuando Asaf declaró que
Jehová era la parte, o herencia, que le correspondía, estaba hablando de
mucho más que de la ayuda material que recibía por ser levita. Más bien, se
refería al honor de servir a Dios en su santuario y gozar de su amistad
(Sant. 2:21-23). Para mantener viva esa relación, debía demostrar fe en Jehová
y confiar en que su futuro sería mucho mejor si le obedecía. ¿Verdad que
nosotros podemos tener la misma fe y confianza?
11 Otro levita que usó la
expresión “Jehová es la parte que me corresponde” fue Jeremías. Veamos qué
quiso decir. Este profeta vivía en Anatot, una ciudad levítica cercana a
Jerusalén (Jer. 1:1). En cierta ocasión se mostró contrariado al ver que
la gente mala prosperaba, mientras que los buenos pasaban muchas penalidades
(Jer. 12:1). Él sabía que Jehová es justo; por eso, al ver lo que ocurría
en Jerusalén y Judá, le expresó su malestar. ¿Qué respuesta recibió? Dios le
mandó proclamar un mensaje de juicio y se encargó de que sus profecías se
cumplieran al pie de la letra: quienes no hicieron caso perdieron la
vida, pero quienes obedecieron recibieron “su alma [...] como despojo”,
es decir, se salvaron (Jer. 21:9).
12 La nación quedó desolada y
en ruinas. Al verla en tan lamentable estado, Jeremías se encontró
perdido, como si Jehová lo estuviera obligando a caminar en la oscuridad. Se sintió
sin vida, “como hombres que han estado muertos por largo tiempo” (Lam. 1:1, 16;
3:6). Jerusalén y Judá habían sido destruidas porque los israelitas se
negaron a dejar atrás su gran maldad y volver a su Padre celestial. Es cierto
que el profeta se lo había advertido a la nación y que él no tenía la
culpa de nada, pero aun así estaba muy triste. Con todo, reconoció que si la
nación no había desaparecido por completo se debía a la “bondad amorosa
de Jehová”, cuyas muestras de misericordia eran “nuevas cada mañana”. Y entonces
afirmó: “Jehová es la parte que me corresponde”. En efecto, no había
perdido su valioso privilegio de ser profeta de Dios (léase Lamentaciones
3:22-24).
13 Al decir: “Jehová es la
parte que me corresponde”, Jeremías demostró, además, que confiaba en la
compasión divina, lo que le permitió mantener “una actitud de espera”. Todas
las tribus de Israel necesitaban cultivar esa misma actitud, pues habían
perdido sus tierras y el país permanecería vacío y desolado setenta años
(Jer. 25:11). Jehová era su única esperanza. Setenta años después trajo a su
pueblo de regreso a su patria y le devolvió el privilegio de servirle allí (2 Cró.
36:20-23).
Una herencia personal
que no se limitaba a los levitas
14 Ahora bien, ¿eran únicamente
los levitas —como Asaf y Jeremías— quienes tendrían el privilegio de servir a
Dios? ¡Claro que no! Un buen ejemplo de ello es David, quien antes de
ser rey de Israel le dijo a Jehová: “Tú eres [...] la parte que me
corresponde en la tierra de los vivientes” (léase Salmo
142:1, 5). Cuando compuso este salmo, David
no se encontraba en un palacio ni una casa, sino en una cueva,
donde se ocultaba de sus enemigos. Durante su vida, se escondió al menos dos
veces en cuevas, una cerca de la ciudad de Adulam y otra en el desierto de
En-guedí. Por tanto, es posible que fuera en una de ellas donde escribió el
Salmo 142.
15 Recordemos que quien lo
perseguía para matarlo era nada menos que el rey Saúl. Huyendo de él, David
se introdujo en una cueva de difícil acceso (1 Sam. 22:1, 4). En aquel
apartado lugar, viéndose solo y sin amigos que lo defendieran, acudió a Dios
como su Protector (Sal. 142:4).
16 Para cuando compuso el
Salmo 142, es fácil que David ya estuviera al tanto del trágico fin de Ahimélec.
Sin saber que él era un fugitivo, este sumo sacerdote le había prestado
ayuda, y por ello el furioso Saúl lo había mandado asesinar junto con su
familia (1 Sam. 22:11, 18, 19). David se sentía culpable por la
tragedia. Era como si hubiera matado a aquel servicial sacerdote con sus
propias manos. ¿A quién no le ahogaría la culpa en una situación
como esa? Para colmo de males, no le quedaba un momento de respiro, pues
el rey venía pisándole los talones.
17 Pero esto no es todo.
No mucho después falleció el profeta Samuel, quien lo había designado
sucesor al trono (1 Sam. 25:1). Aunque aquella pérdida debió de hacerle
sentir aún más desamparado, David nunca olvidó que contaba con el apoyo
divino. Es cierto que Jehová no le había concedido el mismo honor
que a los levitas, pero lo había elegido para desempeñar en el futuro otro
tipo de servicio: gobernar a Israel (1 Sam. 16:1, 13). Por eso,
David oró a Dios de todo corazón y buscó su guía con fe. Nosotros disponemos
hoy de la misma ayuda. Si aceptamos a Jehová como herencia y refugio
nuestro, también nos ayudará a servirle con toda el alma.
18 En este artículo hemos
visto que tanto David como los levitas y otros miembros de la nación tenían a
Jehová como su herencia. En otras palabras, habían recibido de él una
responsabilidad en su servicio y la cumplían con la confianza de que recibirían
su cuidado y protección. Cada uno de nosotros también puede llegar a afirmar
que Jehová es la parte, o herencia, que le corresponde. En el siguiente
artículo veremos qué hacer para conseguirlo.
[Nota]
Para más información sobre
el modo en que Jehová cuidaba a los sacerdotes, véase Perspicacia para
comprender las Escrituras, volumen 2, páginas 890 y 891.
¿Sabe la respuesta?
• ¿Por qué podía decir la
tribu de Leví que Jehová era la parte que le correspondía?
• ¿Cómo mostraron Asaf,
Jeremías y David que Jehová era su herencia?
• ¿Qué cualidad debemos
demostrar si queremos que Dios sea nuestra herencia?
[Preguntas del estudio]
1, 2. a) ¿Qué ocurrió con la tribu de
Leví cuando se repartió la Tierra Prometida? b) ¿Qué les prometió Jehová
a los levitas?
3. ¿Cómo llegó la tribu de Leví a encargarse
del sacerdocio?
4, 5. a) ¿En qué sentido era Jehová la
herencia que les correspondía a los levitas? b) ¿Cómo cuidaba Dios a los
levitas?
6. Si los levitas no heredaron ninguna
tierra, ¿dónde vivían?
7. ¿Qué debían demostrar los levitas para
que Jehová fuera su herencia?
8. ¿Qué crisis espiritual experimentó el
levita Asaf?
9, 10. ¿Por qué podía Asaf afirmar: “Dios es [...]
la parte que me corresponde hasta tiempo indefinido”?
11. ¿Qué le preocupaba a
Jeremías, y qué respuesta recibió?
12, 13. a) ¿Por qué
afirmó Jeremías: “Jehová es la parte que me corresponde”, y cuál fue su
actitud? b) ¿Por qué necesitaban cultivar “una actitud de espera” las
tribus de Israel?
14, 15. Aparte de los
levitas, ¿quién tuvo a Jehová como herencia, y por qué?
16, 17. a) ¿Qué motivos
tenía David para sentirse desamparado? b) ¿Con qué apoyo
contaba siempre?
18. ¿En qué sentido tenían
muchos fieles del pasado a Jehová como su herencia?
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domingo, 27 de enero de 2013
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