Dios no se interesa por mí.
Satanás quiere que creamos que no somos dignos del amor de Jehová, y
lograr así que nos demos por vencidos. La realidad es que Dios ama y
valora muchísimo a cada uno de sus siervos (Mat. 10:29-31). w11 15/7 2:11, 12
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(Mateo 10:29-31)
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¿No se venden dos gorriones por una moneda de poco valor? Sin embargo, ni uno de ellos cae a tierra sin [el
conocimiento de] su Padre. 30 Mas los mismísimos
cabellos de la cabeza de ustedes están todos contados. 31 Por lo tanto, no tengan
temor: ustedes valen más que muchos gorriones.
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(Lucas 12:6)
6 Se venden cinco gorriones por dos monedas de poco
valor, ¿no es verdad? Sin embargo, ni uno de ellos está olvidado delante de
Dios.
(Deuteronomio 22:6)
”En caso de que un nido de pájaro esté delante de ti en el camino, en
cualquier árbol o en la tierra, con polluelos o huevos, y la madre esté
echada sobre los polluelos o sobre los huevos, no debes llevarte la madre
junto con los hijos.
(Mateo 6:26)
Observen atentamente las aves del cielo, porque ellas no siembran, ni siegan,
ni recogen en graneros; no obstante, su Padre celestial las alimenta. ¿No
valen ustedes más que ellas?
(Lucas 12:7)
Pero hasta los cabellos de la cabeza de ustedes están todos contados. No
tengan temor; ustedes valen más que muchos gorriones.
(1 Samuel
14:45) Pero el pueblo dijo a Saúl: “¿Ha de morir Jonatán, que ha
ejecutado esta gran salvación en Israel? ¡Es inconcebible! Tan ciertamente
como que Jehová vive, ni siquiera un cabello de su cabeza caerá en tierra;
porque fue con Dios con quien él trabajó este día”. Con eso, el pueblo
redimió a Jonatán, y él no murió.
(2 Samuel
14:11) Pero ella dijo: “Que el rey, por favor, se acuerde de Jehová tu
Dios, para que el vengador de la sangre no esté arruinando de continuo y para
que no aniquilen a mi hijo”. A esto él dijo: “Tan ciertamente como que vive
Jehová, ni un solo cabello de tu hijo caerá a tierra”.
(Hechos 27:34)
Por lo tanto, los animo a que tomen algún alimento, porque esto es en el
interés de su seguridad; porque no perecerá un cabello de la cabeza de
ninguno de ustedes”.
(Mateo 6:26)
Observen atentamente las aves del cielo, porque ellas no siembran, ni siegan,
ni recogen en graneros; no obstante, su Padre celestial las alimenta. ¿No
valen ustedes más que ellas?
(Lucas 12:7)
Pero hasta los cabellos de la cabeza de ustedes están todos contados. No
tengan temor; ustedes valen más que muchos gorriones.
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*** w11 15/7 ¿Haremos caso de las
claras advertencias de Jehová? ***
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¿Haremos caso de las claras advertencias
de Jehová?
“Este es el camino. Anden en él.” (ISA. 30:21)
IMAGINEMOS que, yendo por la carretera, nos
encontramos con una señal que apunta en la dirección equivocada. Si la
siguiéramos, no solo perderíamos tiempo, sino que podríamos poner en
peligro nuestra seguridad. ¡Menos mal que un amigo nos ha avisado de que
no nos guiemos por la señal, pues alguien la ha cambiado con la
intención de hacer daño a los conductores! Sin dudarlo, hacemos caso de
su advertencia.
2
¿Quién encaja a la perfección con el individuo malintencionado del ejemplo?
Satanás, cuyo mayor deseo es que terminemos extraviados (Rev. 12:9). Quiere
sacarnos del camino que lleva a la vida eterna, y para ello utiliza “señales
de tránsito” manipuladas, entre ellas las tres malas influencias que vimos en
el artículo anterior (Mat. 7:13, 14). Afortunadamente, nuestro mejor
Amigo, Jehová, nos previene contra ellas. Pero el Diablo emplea muchas más
trampas. Veamos a continuación otras tres. Al repasar cómo nos ayuda la
Biblia a no caer en tales engaños, pensemos que, por así decirlo, Jehová
va detrás de nosotros, indicando la dirección correcta y diciendo: “Este es
el camino. Anden en él” (Isa. 30:21). Hacemos bien en meditar en sus claras
advertencias, pues así se fortalecerá nuestra determinación de seguirlas.
Evitemos a los “falsos maestros”
3
Volvamos a la comparación del viaje. Puede que al atravesar una región árida
divisemos un pozo a lo lejos. Nos dirigimos hacia él con la esperanza de saciar
la sed. Pero al llegar descubrimos que está seco. ¡Qué desilusión! Así ocurre
con los falsos maestros: quien acude a ellos en busca de las aguas de la
verdad queda decepcionado. Por eso, Jehová nos previene de este peligro. Por
ejemplo, a través de Pablo y Pedro, nos advierte de tales engañadores (léanse
Hechos 20:29, 30 y
2 Pedro 2:1-3). Examinemos
esos consejos y veamos quiénes son estos falsos maestros, de dónde salen y
cómo actúan.
4
Pablo dijo a los superintendentes de Éfeso: “De entre ustedes mismos se
levantarán varones y hablarán cosas aviesas”, o retorcidas. Y Pedro
escribió a sus hermanos: “Habrá falsos maestros entre ustedes”. ¿Hemos notado
de dónde proceden? En muchas ocasiones, los falsos maestros salen de
dentro de la congregación. En este caso, reciben el nombre de apóstatas.
¿Qué es lo que pretenden? No se conforman con abandonar la organización
que quizás amaron en su día. Pablo deja claro qué intención tienen:
“arrastrar a los discípulos tras de sí”. Así es, los apóstatas
quieren llevarse a los que ya son discípulos de Cristo. No salen a hacer
discípulos de los no creyentes, sino que buscan sus presas en la
congregación. Como “lobos voraces”, quieren devorar a los cristianos que
hayan bajado la guardia, acabando con su fe y sacándolos del camino de la
verdad (Mat. 7:15; 2 Tim. 2:18).
5
¿Cómo actúan los falsos maestros? Con mucha astucia. La Biblia destaca
que infiltrarían sus ideas destructivas “calladamente”. Al igual que los
contrabandistas introducen sus mercancías a escondidas, los apóstatas
intentan meter sus opiniones en la congregación disimuladamente. Y tal
como los falsificadores de dinero tratan de que aceptemos sus billetes, estos
maestros engañadores quieren hacernos creer sus “palabras fingidas”.
Ciertamente, infiltran “enseñanzas engañosas” y “tuercen” los textos bíblicos
para que cuadren con sus opiniones (2 Ped. 2:1, 3, 13; 3:16).
Es obvio que no buscan nuestro bien. Si los siguiéramos, lo
único que lograríamos sería alejarnos del camino que lleva a la vida eterna.
6
¿Cómo nos protegemos? Siguiendo los consejos de Jehová (léanse Romanos
16:17 y 2 Juan 9-11).
La Biblia pide a los cristianos que “eviten” a los apóstatas, o, según
otras versiones, que “se aparten”, “permanezcan lejos” e incluso “huyan” de
ellos. ¡Más claro, imposible! ¿Cuál es nuestra reacción cuando un médico nos
manda evitar todo contacto con alguien porque tiene una enfermedad mortal muy
contagiosa? Ante una instrucción tan directa, no nos cabe ninguna duda
de que debemos seguirla rigurosamente. Pues bien, Jehová, el Gran Doctor, nos
manda evitar todo contacto con cualquier maestro desleal a la verdad, pues es
alguien “mentalmente enfermo” que procura infectarnos con sus doctrinas
(1 Tim. 6:3, 4). Como vemos, el mandato divino también es muy
directo, pero ¿estamos igual de decididos a seguirlo en todas las
circunstancias?
7
¿Cómo evitamos a los falsos maestros? No los saludamos ni los
recibimos en nuestro hogar. Nunca leemos ni escuchamos la propaganda que
difunden a través de la televisión, la página impresa o Internet, y tampoco
añadimos nuestros comentarios a las páginas personales que tienen en la Red.
¿Por qué somos tan firmes? Por amor. En primer lugar, porque amamos a
Jehová, “el Dios de la verdad”. Por eso no nos interesan las
manipulaciones que contradicen su Palabra de verdad (Sal. 31:5; Juan 17:17).
Y en segundo lugar, porque amamos a su organización, gracias a la cual
hemos aprendido cosas como el nombre divino y su significado, el propósito
con que fue creada la Tierra, el estado de los muertos y la esperanza de la
resurrección. ¿Recordamos cómo nos sentimos cuando nos explicaron por primera
vez estas maravillosas verdades? Entonces, ¿para qué escuchar a los
apóstatas, a quienes les encanta insultar a la organización que tanto nos ha
enseñado? Solo lograríamos contagiarnos de su amargura (Juan 6:66-69).
8 ¡Que
digan lo que quieran los falsos maestros! No les haremos el menor caso.
¿Para qué íbamos a hacerlo? Son pozos secos que solo ofrecen engaños e
insatisfacciones. Estamos decididos a ser leales a Jehová y a su
organización, la cual lleva mucho tiempo saciando nuestra sed con las
refrescantes aguas de la Biblia (Isa. 55:1-3; Mat. 24:45-47).
Evitemos los “cuentos falsos”
9
Cuando vamos por la carretera, a veces vemos una señal y enseguida notamos
que la han movido y que indica mal la dirección. Pero en otras ocasiones
no es tan fácil darse cuenta. Lo mismo ocurre con las trampas
de Satanás: algunas son más evidentes que otras. Entre las más encubiertas
figuran los “cuentos falsos” (léase 1 Timoteo
1:3, 4). Si no queremos perder el
camino de la vida eterna, debemos tener claro qué son estos cuentos que
menciona Pablo y cómo evitar que nos engañen.
10 La
advertencia sobre los cuentos falsos se encuentra en la primera carta a
Timoteo. En ella, Pablo anima a este superintendente cristiano a velar
por la pureza espiritual de los hermanos y ayudarlos a mantenerse fieles
(1 Tim. 1:18, 19). El término griego que se traduce “cuentos
falsos” se aplica a narraciones ficticias, mitos o falsedades.
Se usa “para referirse a los relatos y especulaciones inventados y
carentes de verdad” (Diccionario exegético del Nuevo
Testamento). Es probable que el apóstol estuviera pensando
en las mentiras religiosas que aparecen en historias sensacionalistas
y leyendas fantásticas. ¿En qué sentido “proporcionan cuestiones para
investigación” estos cuentos? En el sentido de que plantean temas
intrascendentes que llevan a realizar estudios inútiles. Son una de las tretas
favoritas del Gran Engañador, Satanás. En efecto, él se vale de
innumerables mentiras y relatos de la religión falsa para distraer a los
desprevenidos. El consejo de Pablo no pudiera ser más claro:
¡no hagan ni caso de esos cuentos!
11 ¿Qué
cuentos pudieran engañar a los desprevenidos? En sentido amplio, la
expresión “cuentos falsos” es aplicable a cualquier mito o mentira de
carácter religioso. ¿Qué efecto pueden tener estas falsedades? La Biblia
señala que, por culpa de ellas, las personas “apartarán sus oídos de la
verdad” (2 Tim. 4:3, 4). Satanás, que se hace pasar por “ángel de
luz”, utiliza astutamente la religión falsa para embaucar a la gente
(2 Cor. 11:14). Las iglesias presentan como cristianas doctrinas que en
realidad se basan en leyendas y mentiras, por ejemplo, la Trinidad, la
inmortalidad del alma y los tormentos del infierno. También promueven
festividades como la Navidad y la Semana Santa, que contienen muchas
costumbres en apariencia inofensivas, pero que están tomadas de la mitología
y el paganismo. Para que no nos engañen con cuentos como esos, sigamos
en todo momento esta exhortación: “Sepárense —dice Jehová—, y dejen de tocar
la cosa inmunda” (2 Cor. 6:14-17).
12 El
Diablo también fomenta otras mentiras que, si nos descuidamos, podrían
engañarnos. Veamos tres de ellas. Primera mentira: No hay nada
bueno ni malo. Todo depende del
cristal con que se mire. Los medios de
comunicación y el mundo del espectáculo nos bombardean constantemente con
esta idea, que nos anima a dejar de lado las normas divinas. Sin embargo, los
seres humanos tenemos la imperiosa necesidad de recibir guía moral, y el
único que nos la puede dar es Jehová (Jer. 10:23). Segunda mentira: Dios
nunca solucionará los problemas de la
humanidad. Esta idea lleva a la gente a vivir tan solo para el día
presente. Si adoptáramos esa actitud, podríamos terminar siendo
“inactivos o infructíferos” en nuestro servicio a Dios (2 Ped. 1:8).
Pero lo cierto es que el día de Jehová se aproxima velozmente, y tenemos que
mantenernos pendientes de su llegada (Mat. 24:44). Tercera mentira: Dios
no se interesa por mí. Satanás quiere
que creamos que no somos dignos del amor de Jehová, y lograr así que nos
demos por vencidos. La realidad es que Dios ama y valora muchísimo a
cada uno de sus siervos (Mat. 10:29-31).
13
Tenemos que mantener los ojos bien abiertos. No olvidemos que, a primera
vista, pudieran parecernos muy lógicas las ideas y actitudes del mundo. Hoy,
más que nunca, necesitamos prestar atención a los consejos y advertencias de
las Escrituras. Solo así impediremos que el maestro del engaño nos entrampe
con sus “cuentos falsos artificiosamente tramados” o, como dice La Biblia
de las Américas, sus “fábulas ingeniosamente inventadas”
(2 Ped. 1:16).
Evitemos “seguir a Satanás”
14
Retomemos la ilustración de la carretera. Si encontráramos una flecha
que indicara: “Centro de seguidores de Satanás”, ni se nos ocurriría
tomar ese desvío. No obstante, Pablo advierte de que el siervo de Dios
podría llegar a desviarse “para seguir a Satanás” (léase 1 Timoteo
5:11-15). En el contexto, estaba aconsejando a “viudas de
menos edad”, pero los principios son aplicables a todos. Aquellas cristianas
del siglo primero probablemente no tenían idea de que estaban siguiendo
al Diablo, pero eso es lo que daban a entender con sus malas costumbres. Una
de ellas era esparcir chismes. Veamos el consejo de Pablo sobre este tema,
pues nos ayudará a no seguir a Satanás sin darnos cuenta.
15 Nada
le gustaría más al Diablo que conseguir que dejemos de anunciar las buenas
nuevas (Rev. 12:17). Quiere que no declaremos públicamente nuestra fe, y
para ello trata de enredarnos en actividades que nos hagan perder tiempo e
incluso creen divisiones entre nosotros. Eso es lo que hizo con las viudas
del siglo primero. Las palabras de Pablo muestran que habían caído en varias
trampas de Satanás. Primero, estaban “desocupadas, andorreando por
las casas”. Hoy, en esta era tan tecnológica, podríamos caer en
el mismo error si desperdiciáramos nuestro tiempo y el de los demás, tal vez
enviándoles mensajes electrónicos innecesarios e incluso de dudosa
credibilidad. En segundo lugar, aquellas hermanas eran “chismosas”.
Nosotros también podríamos difundir historias negativas sobre los demás, lo
que fácilmente podría llevarnos a la calumnia, la cual siembra la división
entre los hermanos (Pro. 26:20). Sea que se den cuenta o no, los
calumniadores imitan la actitud maliciosa de Satanás. Por último, aquellas
viudas eran “entremetidas en asuntos ajenos”.
Nadie tiene el derecho de andar diciéndoles a los demás lo que deben hacer en
cuestiones personales. Si cayéramos en alguno de estos tres errores,
estaríamos perdiendo el tiempo y, lo que es peor, sembrando cizaña. Pero
no solo eso; también dejaríamos de colaborar con fervor en la obra que
Jehová nos ha asignado: la predicación. Y al actuar así, nos pondríamos
del lado de Satanás, pues no hay terreno neutral (Mat. 12:30).
16
¿Cómo podemos evitar la trampa de “seguir a Satanás”? Obedeciendo los
consejos de la Biblia. Veamos algunas sabias recomendaciones de Pablo a sus
hermanos. Deben tener “mucho que hacer en
la obra del Señor” b(1 Cor. 15:58).
El celo por la obra del Reino es un antídoto contra la pereza y la
pérdida de tiempo Mat. 6:33)(. Tienen que hablar lo
que sea “bueno para [la] edificación”
Efe. 4:29)(. Debemos negarnos a escuchar o difundir rumores negativos. Más
bien, hemos de esforzarnos por confiar en nuestros hermanos y respetarlos.
Es necesario usar palabras que edifiquen su ánimo y su espiritualidad, y
no que los derrumben. “Ocúpense de sus propios
asuntos.” (1 Tes. 4:11, Traducción en lenguaje
actual.) Aunque hay que interesarse por los demás, también hay que
respetar su vida privada y su dignidad. Además, no debemos imponerles
nuestra opinión en cuestiones que les toca a ellos decidir (Gál. 6:5).
17 ¡Qué
contentos estamos de que Jehová nos diga claramente qué cosas debemos evitar!
En este artículo y en el anterior hemos repasado varias de sus
advertencias. Nunca olvidemos por qué nos las ha dado: porque nos ama
muchísimo y quiere ahorrarnos todos los sufrimientos que padeceríamos si
hiciéramos caso de las engañosas “señales de tránsito” de Satanás.
El camino de Jehová quizás no sea el más fácil, pero lleva directo
al mejor destino: la vida eterna (Mat. 7:14). Por eso, no lo dudemos
ni un instante y sigamos la exhortación divina: “Este es el
camino. Anden en él” (Isa. 30:21).
[Notas]
Los apóstatas son las personas que desertan de la
religión verdadera, abandonándola con rebeldía y renegando de ella.
Tomemos como ejemplo uno de los libros apócrifos:
Tobías (o Tobit). Esta obra, redactada alrededor del siglo tercero antes de
nuestra era y conocida en tiempos de Pablo, presenta como si fueran reales
muchas supersticiones y narraciones absurdas de magia y brujería (véase Perspicacia
para comprender las Escrituras, volumen 1,
páginas 154 y 155).
La palabra diablo viene del griego diábolos,
que significa “calumniador”. Es uno de los títulos que se aplican a
Satanás, pues es el mayor mentiroso que hay (Juan 8:44; Rev. 12:9, 10).
Véase el recuadro “Plumas al viento”.
¿Qué
opina?
¿Cómo puede aplicar las advertencias de estos
pasajes?
• 2 Pedro 2:1-3
• 1 Timoteo 1:3, 4
• 1 Timoteo 5:11-15
[Preguntas del estudio]
1, 2. ¿Qué
está empeñado en hacer Satanás, y cómo nos ayuda la Palabra de Dios?
3, 4. a) ¿Por
qué decimos que los falsos maestros son como pozos secos? b) ¿De dónde suelen
salir los falsos maestros, y qué intención tienen?
5. ¿A qué
trampas recurren los falsos maestros?
6. ¿Qué
mandato acerca de los falsos maestros nos da la Biblia?
7, 8. a) ¿De
qué diversas maneras evitamos a los falsos maestros? b) ¿Por qué razón toma
usted una postura tan firme en contra de los falsos maestros?
9, 10. ¿Qué
advertencia le hizo Pablo a Timoteo, y en qué “cuentos falsos” puede que
estuviera pensando? (Véase también la nota.)
11. ¿Cómo engaña astutamente Satanás a las personas
con la religión falsa, y qué exhortación nos ayuda a evitar esa trampa?
12, 13. a) ¿Qué tres mentiras difunde Satanás, pero
cuál es la verdad? b) ¿Cómo impediremos que el Diablo nos entrampe con sus cuentos?
14. ¿Qué advertencia hizo Pablo a ciertas viudas
jóvenes, y por qué debemos tenerla muy presente?
15. ¿Qué objetivo tiene Satanás, y contra qué
tácticas diabólicas nos pone en guardia Pablo?
16. ¿Qué consejos evitarán que caigamos en la trampa
de “seguir a Satanás”?
17. a) ¿Por qué razón nos da advertencias Jehová? b)
¿Cuál debería ser nuestra firme decisión?
Plumas al viento
Hay un
antiguo cuento judío que ilustra los tristes efectos de los chismes. Aunque
existen diversas versiones, todas vienen a decir lo siguiente:
Había una
vez un hombre que estuvo contando mentiras acerca del sabio del pueblo. Con
el tiempo, aquel chismoso se dio cuenta de que había actuado mal. Fue a
pedirle perdón al sabio y le preguntó cómo podía corregir el error.
El sabio le pidió una sola cosa: tenía que agarrar una almohada, abrirla
con un cuchillo y esparcir al viento las plumas que tenía dentro.
El chismoso se quedó extrañado, pero decidió complacerle. Luego volvió a
ver al sabio y le preguntó:
—¿Ya estoy
perdonado?
—Primero
tienes que ir a recoger todas las plumas —respondió el sabio.
—¡Pero eso
es imposible! El viento ya las ha dispersado —protestó el chismoso.
—Pues igual
de imposible es deshacer el daño que has causado con tus
palabras —concluyó el sabio.
La lección
no puede estar más clara: una vez que dejamos salir las palabras,
no podemos recuperarlas, y a menudo nos resulta imposible arreglar el
daño que causan. Por eso, antes de contar cualquier cosa sobre alguien,
recordemos que estamos a punto de soltar plumas al viento.
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