(1 Samuel 21:1-25:44)
Más tarde David llegó a Nob, a Ahimélec el sacerdote; y Ahimélec se puso a
temblar al encontrarse con David, y entonces le dijo: “¿Por qué estás solo, y
nadie está contigo?”. 2 Ante esto, David dijo a Ahimélec
el sacerdote: “El rey mismo me dio órdenes en cuanto a un asunto, y pasó a
decirme: ‘Que nadie sepa nada del asunto respecto al cual te envío y respecto
al cual te he dado órdenes’. Y he hecho una cita con los jóvenes para tal y tal
lugar. 3 Y ahora, si tienes cinco panes a tu
disposición, sólo dalos en mi mano, o lo que sea que se pueda hallar”. 4 Pero
el sacerdote respondió a David y dijo: “No hay pan común bajo mi mano, pero hay
pan santo; con tal que los jóvenes al menos se hayan guardado de mujeres”. 5 De
modo que David contestó al sacerdote y le dijo: “Pero se ha mantenido a las
mujeres apartadas de nosotros, lo mismo que antes cuando yo salía, y los
organismos de los jóvenes continúan santos, aunque la misión misma es común. ¿Y
cuánto más hoy, cuando uno se hace santo en [su] organismo?”. 6 Ante
esto, el sacerdote le dio lo que era santo, porque no se hallaba allí pan
alguno aparte del pan de la proposición que había sido quitado de delante de
Jehová para poner allí pan fresco en el día de ser quitado. 7 Ahora
bien, uno de los siervos de Saúl estaba allí aquel día, detenido delante de
Jehová, y su nombre era Doeg el edomita, el mayoral de los pastores que
pertenecían a Saúl. 8 Y David dijo además a Ahimélec:
“¿Y no hay nada aquí a tu disposición, una lanza o una espada? Pues ni mi
propia espada ni mis armas tomé yo en la mano, porque el asunto del rey resultó
ser urgente”. 9 A esto dijo el sacerdote: “La espada de
Goliat el filisteo, a quien tú derribaste en la llanura baja de Elah... aquí
está, envuelta en un manto, detrás del efod. Si es lo que quieres tomar para ti
mismo, tómala, porque no hay otra aquí salvo esta”. Y David pasó a decir:
“Ninguna hay como ella. Dámela”. 10 Entonces David se
levantó y continuó huyendo aquel día a causa de Saúl, y por fin llegó a donde
Akís el rey de Gat. 11 Y los siervos de Akís empezaron a
decirle: “¿No es éste David el rey del país? ¿No fue a este a quien siguieron
respondiendo con danzas, diciendo: ‘Saúl ha derribado sus miles, y David sus
decenas de miles’?”. 12 Y David empezó a tomar estas
palabras en su corazón, y le dio muchísimo miedo a causa de Akís el rey de Gat.
13 De modo que disfrazó su cordura ante los ojos de
ellos y empezó a hacerse el loco en mano de ellos, e hizo de continuo signos de
cruz en las hojas de la puerta, y dejó correr la saliva por la barba. 14 Por
fin Akís dijo a sus siervos: “Aquí ven ustedes a un hombre que está portándose
como un loco. ¿Por qué deben traérmelo? 15 ¿Me hacen
falta personas que se hayan vuelto locas, para que hayan traído a este para que
se porte como un loco junto a mí? ¿Debe entrar este en mi casa?”.
22 De modo que David procedió a irse de allí y
a escapar a la cueva de Adulam; y sus hermanos y toda la casa de su padre
llegaron a oírlo y se pusieron a bajar allí a donde él. 2 Y
todos los hombres que estaban en situación de angustia y todos los hombres que
tenían un acreedor y todos los hombres amargados de alma empezaron a juntarse a
él, y él vino a ser jefe sobre ellos; y llegaron a estar con él unos
cuatrocientos hombres. 3 Más tarde David fue de allí a
Mizpé de Moab y dijo al rey de Moab: “Por favor, deja que mi padre y mi madre
moren con ustedes hasta que yo sepa lo que me va a hacer Dios”. 4 Por
consiguiente, les fijó su residencia delante del rey de Moab, y continuaron
morando con él todos los días que David se halló en el lugar inaccesible. 5 Con
el tiempo Gad el profeta dijo a David: “No debes seguir morando en el lugar
inaccesible. Vete, y tienes que entrar tú mismo en la tierra de Judá”. Por lo
tanto David se fue y entró en el bosque de Héret. 6 Y
Saúl llegó a oír que David y los hombres que estaban con él habían sido
descubiertos, mientras Saúl estaba sentado en Guibeah debajo del tamarisco, en
el lugar alto, con su lanza en la mano, y todos sus siervos apostados alrededor
de él. 7 Entonces dijo Saúl a sus siervos apostados
alrededor de él: “Escuchen, por favor, benjaminitas. ¿Les dará también a
ustedes el hijo de Jesé campos y viñas? ¿Los nombrará a todos ustedes jefes de
millares y jefes de centenas? 8 Porque han conspirado,
todos ustedes, contra mí; y no hay nadie que lo revele a mi oído cuando mi
mismo hijo celebra [un pacto] con el hijo de Jesé, y no hay ninguno de ustedes
que se compadezca de mí y revele a mi oído que mi propio hijo ha levantado a mi
propio siervo contra mí como uno que espera en emboscada, como sucede este
día”. 9 Ante esto, Doeg el edomita, por hallarse
apostado sobre los siervos de Saúl, contestó y dijo: “Vi al hijo de Jesé venir
a Nob, a donde Ahimélec hijo de Ahitub. 10 Y él procedió
a inquirir de Jehová por él; y le dio provisiones, y le dio la espada de Goliat
el filisteo”. 11 En seguida el rey mandó a llamar a
Ahimélec hijo de Ahitub el sacerdote, y a toda la casa de su padre, los
sacerdotes que estaban en Nob. De modo que todos vinieron al rey. 12 Saúl
ahora dijo: “¡Escucha, por favor, hijo de Ahitub!”, a lo que él dijo: “Aquí
estoy, señor mío”. 13 Y Saúl pasó a decirle: “¿Por qué
han conspirado contra mí, tú y el hijo de Jesé, mediante darle tú pan y una
espada, y haber un inquirir de Dios por él, para que se levantara contra mí
como uno que espera en emboscada, como sucede este día?”. 14 Ante
esto, Ahimélec contestó al rey y dijo: “¿Y quién entre todos tus siervos es
como David, fiel, y el yerno del rey y un jefe sobre tu guardia de corps y
honrado en tu casa? 15 ¿Es hoy cuando he comenzado a
inquirir de Dios por él? ¡Ni se piense de parte mía! No imponga el rey cosa alguna
contra su siervo [y] contra toda la casa de mi padre, porque en todo esto tu
siervo no supo cosa pequeña ni grande”. 16 Pero el rey
dijo: “Positivamente morirás, Ahimélec, tú con toda la casa de tu padre”. 17 Con
eso, el rey dijo a los corredores apostados alrededor de él: “¡Vuélvanse y den
muerte a los sacerdotes de Jehová, porque también la mano de ellos está con
David, y porque sabían que era fugitivo y no lo revelaron a mi oído!”. Y los
siervos del rey no quisieron alargar la mano para acometer a los sacerdotes de
Jehová. 18 Por fin el rey dijo a Doeg: “¡Vuélvete tú y
acomete a los sacerdotes!”. Al instante Doeg el edomita se volvió, y él mismo
acometió a los sacerdotes, y dio muerte en aquel día a ochenta y cinco hombres
que llevaban efod de lino. 19 Hasta a Nob, la ciudad de
los sacerdotes, él la hirió a filo de espada, así a hombre como a mujer, a niño
como a lactante, y a toro y asno y oveja, a filo de espada. 20 Sin
embargo, un hijo de Ahimélec hijo de Ahitub, cuyo nombre era Abiatar, logró
escapar, y fue huyendo para seguir a David. 21 Entonces
Abiatar refirió esto a David: “Saúl ha matado a los sacerdotes de Jehová”. 22 Ante
esto, David dijo a Abiatar: “Bien sabía yo aquel día, porque allí estaba Doeg
el edomita, que sin falta él lo informaría a Saúl. Yo personalmente le he hecho
mal a toda alma de la casa de tu padre. 23 Mora, pues,
conmigo. No tengas miedo, porque quien busca mi alma busca tu alma, porque tú
eres uno que necesita protección conmigo”.
23 Con el tiempo vinieron a informar a David, y
dijeron: “Mira que los filisteos están guerreando contra Queilá, y están
saqueando las eras”. 2 Y David procedió a inquirir de
Jehová, diciendo: “¿Iré, y tengo que derribar a estos filisteos?”. A su vez
Jehová dijo a David: “Ve, y tienes que derribar a los filisteos y salvar a
Queilá”. 3 Ante esto, los hombres de David le dijeron:
“¡Mira! Tenemos miedo al estar aquí en Judá, ¡y cuánto más en caso de que
fuéramos a Queilá contra las líneas de batalla de los filisteos!”. 4 Así
que David volvió a inquirir de Jehová. Jehová ahora le contestó y dijo:
“Levántate, desciende a Queilá, porque voy a dar a los filisteos en tu mano”. 5 Por
consiguiente, David fue con sus hombres a Queilá y peleó contra los filisteos,
y se fue llevando su ganado, pero a ellos los derribó con una gran matanza; y
David llegó a ser el salvador de los habitantes de Queilá. 6 Ahora
bien, aconteció que cuando Abiatar hijo de Ahimélec huyó a donde David, a
Queilá, había un efod que bajó en su mano. 7 Con el
tiempo se hizo este informe a Saúl: “David ha venido a Queilá”. Y Saúl empezó a
decir: “Dios lo ha vendido en mi mano, pues se ha encerrado entrando en una
ciudad con puertas y barra”. 8 De modo que Saúl convocó
a todo el pueblo para guerra, para bajar a Queilá, para sitiar a David y sus hombres.
9 Y David llegó a saber que Saúl estaba urdiendo la
maldad contra él. Por lo tanto dijo a Abiatar el sacerdote: “Anda, acerca el
efod”. 10 Y David pasó a decir: “Oh Jehová el Dios de
Israel, tu siervo ha oído definitivamente que Saúl está procurando venir a
Queilá para arruinar la ciudad por mi causa. 11 ¿Me
entregarán los terratenientes de Queilá en su mano? ¿Descenderá Saúl, tal como
ha oído tu siervo? Oh Jehová el Dios de Israel, informa a tu siervo, por
favor”. A esto Jehová dijo: “Descenderá”. 12 Y David
pasó a decir: “¿Me entregarán los terratenientes de Queilá a mí y a mis hombres
en mano de Saúl?”. A su vez Jehová dijo: “Harán la entrega”. 13 En
seguida David se levantó con sus hombres, unos seiscientos hombres, y salieron
de Queilá y continuaron andando por dondequiera que podían andar. Y a Saúl se
le hizo el informe de que David había escapado de Queilá, así que desistió de
salir. 14 Y David se puso a morar en el desierto, en
lugares de difícil acceso, y siguió morando en la región montañosa, en el
desierto de Zif. Y Saúl siguió buscándolo siempre, y Dios no lo dio en su mano.
15 Y David continuó en temor porque Saúl había salido a
buscar su alma mientras David estaba en el desierto de Zif, en Hores. 16 Jonatán
hijo de Saúl ahora se levantó y fue a David, a Hores, para fortalecerle la mano
respecto a Dios. 17 Y pasó a decirle: “No tengas miedo;
porque no te hallará la mano de Saúl mi padre, y tú mismo serás rey sobre
Israel, y yo mismo llegaré a ser segundo a ti; y Saúl mi padre también tiene
conocimiento de que así es en efecto”. 18 Entonces los
dos celebraron un pacto delante de Jehová; y David siguió morando en Hores, y
Jonatán mismo se fue a su propio hogar. 19 Más tarde los
hombres de Zif subieron a donde Saúl estaba, a Guibeah, y dijeron: “¿No está
ocultándose David cerca de nosotros en los lugares de difícil acceso, en Hores,
en la colina de Hakilá, que está al lado derecho de Jesimón? 20 Y
ahora, en armonía con todo el deseo vehemente de tu alma, oh rey, de bajar,
baja, y nuestra parte será entregarlo en la mano del rey”. 21 A
lo cual dijo Saúl: “Benditos son ustedes de Jehová, porque me han tenido
compasión. 22 Anden, por favor, perseveren un poco más y
averigüen y vean el lugar de él donde llega a estar su pie —quienquiera que lo
haya visto allí— porque se me ha dicho que él mismo es de veras astuto. 23 Y
vean y averigüen todos los escondites donde se esconde; y tienen que volver a
mí con la prueba, y yo ciertamente iré con ustedes; y tiene que suceder que, si
está en el país, entonces yo ciertamente lo buscaré detenidamente entre todos
los millares de Judá”. 24 Así que se levantaron y se
fueron a Zif delante de Saúl, mientras David y sus hombres estaban en el
desierto de Maón, en el Arabá, al sur de Jesimón. 25 Más
tarde Saúl vino con sus hombres para buscarlo. Cuando informaron esto a David,
él bajó en seguida al peñasco y continuó morando en el desierto de Maón. Cuando
Saúl llegó a oírlo, se internó corriendo tras David en el desierto de Maón. 26 Por
fin Saúl llegó a este lado de la montaña, y David y sus hombres estaban en
aquel lado de la montaña. De modo que David se daba prisa para irse a causa de
Saúl; entretanto, Saúl y sus hombres venían rodeando a David y sus hombres para
agarrarlos. 27 Pero hubo un mensajero que vino a Saúl, y
dijo: “¡Apresúrate, sí, y ve, porque los filisteos han hecho una incursión en
el país!”. 28 Ante aquello, Saúl se volvió de correr
tras David y fue a encontrarse con los filisteos. Por eso han llamado a aquel
lugar el Peñasco de las Divisiones. 29 Entonces David
procedió a subir de allí y se puso a morar en los lugares de difícil acceso de
En-guedí.
24 Y en cuanto Saúl volvió de seguir a los
filisteos aconteció que le vinieron con un informe, y dijeron: “¡Mira! David
está en el desierto de En-guedí”. 2 Y Saúl procedió a
tomar tres mil hombres escogidos de todo Israel e ir en busca de David y sus
hombres sobre las rocas peladas de las cabras monteses. 3 Por
fin llegó a los apriscos de piedra para ovejas al lado del camino, donde había
una cueva. De modo que Saúl entró para hacer del cuerpo, mientras David y sus
hombres se hallaban en las partes más al fondo de la cueva, sentados. 4 Y
los hombres de David empezaron a decirle: “Aquí está el día en que Jehová de
veras te dice: ‘¡Mira! Estoy dando a tu enemigo en tu mano, y tienes que
hacerle tal como parezca bien a tus ojos’”. De modo que David se levantó y
cortó calladamente la falda de la vestidura sin mangas que pertenecía a Saúl. 5 Pero
después aconteció que el corazón de David siguió hiriéndolo por motivo de haber
cortado la falda [de la vestidura sin mangas] que pertenecía a Saúl. 6 Por
eso dijo a sus hombres: “Es inconcebible, de parte mía, desde el punto de vista
de Jehová, que yo haga esta cosa a mi señor, el ungido de Jehová, alargando la
mano contra él, pues es el ungido de Jehová”. 7 Por
consiguiente, David dispersó a sus hombres con estas palabras, y no les
permitió levantarse contra Saúl. En cuanto a Saúl, él se levantó de la cueva y
prosiguió su camino. 8 Así que David se levantó después
y salió de la cueva y gritó tras Saúl, diciendo: “¡Mi señor el rey!”. Ante
esto, Saúl miró detrás de sí, y David procedió a inclinarse rostro a tierra y a
postrarse. 9 Y David pasó a decir a Saúl: “¿Por qué
escuchas las palabras del hombre, que dice: ‘¡Mira! David anda buscando hacerte
daño’? 10 Aquí este día han visto tus ojos cómo Jehová
te dio hoy en mi mano en la cueva; y alguien dijo que te matara, pero yo te
tuve lástima y dije: ‘No alargaré la mano contra mi señor, porque es el ungido
de Jehová’. 11 Y, padre mío, ve, sí, ve la falda de tu
vestidura sin mangas en mi mano, porque cuando corté la falda de tu vestidura
sin mangas no te maté. Sabe y ve que no hay en mi mano ni maldad ni
sublevación, y yo no he pecado contra ti, mientras que tú estás acechando mi
alma para quitármela. 12 Juzgue Jehová entre yo y tú; y
Jehová tiene que vengarme de ti, pero mi propia mano no vendrá a estar sobre
ti. 13 Tal como dice el proverbio de los antiguos: ‘De
los inicuos procederá iniquidad’, pero mi propia mano no vendrá a estar sobre
ti. 14 ¿Tras quién ha salido el rey de Israel? ¿Tras
quién estás corriendo? ¿Tras un perro muerto? ¿Tras una sola pulga? 15 Y
Jehová tiene que llegar a ser juez, y tiene que juzgar entre yo y tú, y él verá
y él conducirá la causa judicial para mí y me juzgará [para librarme] de tu
mano”. 16 Y aconteció que, al momento que David acabó de
hablar estas palabras a Saúl, Saúl procedió a decir: “¿Es esta tu voz, hijo mío
David?”. Y Saúl empezó a alzar su propia voz y llorar. 17 Y
pasó a decir a David: “Tú eres más justo que yo, porque tú eres el que me has
hecho el bien, y yo soy el que te he hecho el mal. 18 Y
tú... tú has informado hoy el bien que has hecho tocante a mí, puesto que
Jehová me entregó en tu mano y no me mataste. 19 Ahora bien,
en caso de que un hombre halle a su enemigo, ¿lo enviará por un buen camino? De
modo que Jehová mismo te recompensará con bien, debido a que este día tú me lo
has hecho a mí. 20 Y ahora, ¡mira!, bien sé yo que tú,
sin falta, reinarás, y que en tu mano el reino de Israel ciertamente perdurará.
21 Así es que ahora júrame por Jehová que no cortarás a
mi descendencia después de mí y que no aniquilarás mi nombre de la casa de mi
padre”. 22 Por consiguiente, David le juró a Saúl,
después de lo cual Saúl se fue a su casa. En cuanto a David y sus hombres,
ellos subieron al lugar de difícil acceso.
25 Con el tiempo murió Samuel; y todo Israel
procedió a juntarse y a plañirlo y a enterrarlo en su casa, en Ramá. Entonces
David se levantó y bajó al desierto de Parán. 2 Ahora
bien, había un hombre en Maón, y su trabajo estaba en Carmelo. Y el hombre era
[un personaje] muy grande, y tenía tres mil ovejas y mil cabras; y llegó a
estar [ocupado] en esquilar sus ovejas en Carmelo. 3 Y
el nombre del hombre era Nabal, y el nombre de su esposa era Abigail. Y la
esposa era buena en cuanto a discreción y hermosa en cuanto a forma, pero el
esposo era áspero y malo en sus prácticas; y era calebita. 4 Y
David llegó a oír en el desierto que Nabal estaba esquilando sus ovejas. 5 De
modo que David envió diez jóvenes, y David dijo a los jóvenes: “Suban a
Carmelo, y tienen que llegar a donde Nabal y preguntar en mi nombre por su
bienestar. 6 Y esto es lo que tienen que decir a mi
hermano: ‘Que tú estés bien y que también tu casa esté bien y cuanto tienes
esté bien. 7 Y ahora he oído que tienes esquiladores.
Ahora bien, los pastores que te pertenecen se hallaban ellos mismos con
nosotros. No los molestamos, y no resultó faltarles nada de lo suyo todos los
días que se hallaron en Carmelo. 8 Pregunta a tus
propios jóvenes, y te informarán, para que hallen mis jóvenes favor a tus ojos,
porque fue en buen día que vinimos. Simplemente da, por favor, lo que halle tu
mano a tus siervos y a tu hijo David’”. 9 En
conformidad, llegaron los jóvenes de David y hablaron a Nabal conforme a todas
estas palabras en el nombre de David, y entonces esperaron. 10 Ante
esto, Nabal contestó a los siervos de David y dijo: “¿Quién es David, y quién
es el hijo de Jesé? Hoy día los siervos que se escapan, cada cual de delante de
su amo, han llegado a ser muchos. 11 ¿Y acaso tengo yo
que tomar mi pan y mi agua y mi carne degollada que yo he descuartizado para
mis esquiladores y dar esto a hombres de quienes ni siquiera sé de dónde son?”.
12 Ante esto, los jóvenes de David dieron la vuelta en
su camino y regresaron y llegaron y se lo informaron conforme a todas estas
palabras. 13 Al instante David dijo a sus hombres:
“¡Cíñase cada uno su espada!”. De modo que se ciñeron cada cual su espada, y
David también se ciñó su propia espada; y empezaron a subir tras David, como
cuatrocientos hombres, mientras doscientos se quedaron junto al bagaje. 14 Entretanto,
uno de los jóvenes informó a Abigail, la esposa de Nabal, diciendo: “¡Mira!
David envió mensajeros desde el desierto a desear el bien a nuestro amo, pero
él les gritó reprensiones. 15 Y los hombres fueron muy
buenos con nosotros, y no nos molestaron, y no echamos de menos ni una sola
cosa todos los días que anduvimos con ellos mientras nos hallábamos en el
campo. 16 Un muro fue lo que resultaron ser en derredor
nuestro, tanto de noche como de día, todos los días que nos hallamos con ellos,
pastoreando el rebaño. 17 Y ahora sabe y ve lo que vas a
hacer, porque se ha resuelto calamidad contra nuestro amo y contra toda su
casa, puesto que es un sujeto que tan completamente no sirve para nada que no
se le puede hablar”. 18 En seguida Abigail se apresuró y
tomó doscientos panes y dos jarrones de vino y cinco ovejas aderezadas y cinco
medidas de sea de grano tostado y cien tortas de pasas y doscientas tortas de
higos comprimidos, y los puso sobre los asnos. 19 Entonces
dijo a sus mozos: “Pasen delante de mí. ¡Miren! Yo voy tras ustedes”. Pero no
informó nada a su esposo Nabal. 20 Y sucedió que
mientras ella iba cabalgando en el asno y bajando secretamente por la montaña,
pues, allí estaban David y sus hombres que venían bajando a su encuentro. De
modo que ella se encontró con ellos. 21 En cuanto a
David, él había dicho: “Fue del todo para sufrir una desilusión para lo que
guardé todo lo que pertenece a este sujeto en el desierto, y no resultó
faltarle ni una sola cosa de todo lo que le pertenece, y, no obstante, él me
paga mal en cambio por bien. 22 Así haga Dios a los
enemigos de David y así añada a ello si dejo permanecer hasta la mañana a uno
solo de todos los suyos que orinan contra la pared”. 23 Cuando
Abigail alcanzó a ver a David, en seguida se apresuró y se bajó del asno y cayó
sobre su rostro delante de David y se inclinó a tierra. 24 Entonces
cayó a sus pies y dijo: “Sobre mí misma, oh señor mío, esté el error; y, por
favor, deja que tu esclava hable a tus oídos, y escucha las palabras de tu
esclava. 25 Por favor, no fije mi señor su corazón en
este hombre Nabal, que no sirve para nada, porque, como es su nombre, así es
él. Nabal es su nombre, y la insensatez está con él. En cuanto a mí, tu
esclava, no vi a los jóvenes de mi señor que habías enviado. 26 Y
ahora, señor mío, tan ciertamente como que Jehová vive y vive tu alma, Jehová
te ha retenido de entrar en culpa de sangre y de hacer que tu propia mano venga
en tu salvación. Y ahora, que tus enemigos y los que procuran el perjuicio de
mi señor lleguen a ser como Nabal. 27 Y ahora tocante a
este regalo de bendición que tu sierva ha traído a mi señor, hay que darlo a
los jóvenes que van andando en los pasos de mi señor. 28 Perdona,
por favor, la transgresión de tu esclava, porque Jehová sin falta le hará a mi
señor una casa duradera, porque las guerras de Jehová son lo que mi señor está
peleando; y en cuanto a maldad, no se hallará en ti durante todos tus días. 29 Cuando
se levante un hombre para ir en seguimiento de ti y para buscar tu alma, el
alma de mi señor ciertamente resultará estar envuelta en la bolsa de la vida
con Jehová tu Dios; pero, en cuanto al alma de tus enemigos, la lanzará como de
dentro del hueco de la honda. 30 Y tiene que suceder
que, porque Jehová hará a mi señor el bien para contigo conforme a todo lo que
ha hablado, él ciertamente te comisionará como caudillo sobre Israel. 31 Y
no llegue a ser esto para ti causa de trastabillar ni un tropiezo al corazón de
mi señor, tanto por el derramamiento de sangre sin causa como por hacer que [la
mano misma de] mi señor venga en su salvación. Y Jehová ciertamente le hará
bien a mi señor, y tienes que acordarte de tu esclava”. 32 Ante
esto, David dijo a Abigail: “¡Bendito sea Jehová el Dios de Israel, que te ha
enviado este día a mi encuentro! 33 Y bendita sea tu
sensatez, y bendita seas tú que me has restringido este día de entrar en culpa
de sangre y de hacer que mi propia mano venga en mi salvación. 34 Y,
por otra parte, tan ciertamente como que vive Jehová el Dios de Israel, que me
ha retenido de hacerte perjuicio, si no te hubieras apresurado para venir a mi
encuentro, ciertamente no le habría quedado a Nabal hasta la luz de la mañana
nadie que orina contra la pared”. 35 Con eso David
aceptó de mano de ella lo que le había traído, y le dijo: “Sube en paz a tu
casa. Ve que he escuchado tu voz para tener consideración a tu persona”. 36 Más
tarde Abigail entró donde Nabal, y allí estaba él teniendo en su casa un
banquete como el banquete del rey; y el corazón de Nabal se sentía bien dentro
de él, y él estaba borracho a más no poder; y ella no le informó cosa
alguna, ni pequeña ni grande, hasta la luz de la mañana. 37 Y
por la mañana, cuando el vino había salido de Nabal, aconteció que su esposa se
puso a referirle estas cosas. Y el corazón de él llegó a estar muerto
dentro de él, y él mismo quedó como una piedra. 38 Después
de eso pasaron unos diez días, y entonces Jehová hirió a Nabal, de modo que
murió. 39 Y David llegó a oír que Nabal había muerto, y
por lo tanto dijo: “¡Bendito sea Jehová, que ha conducido la causa judicial de
mi oprobio [para librarme] de la mano de Nabal y ha retenido del mal a su
siervo, y la maldad de Nabal Jehová se la ha vuelto sobre su propia cabeza!”. Y
David procedió a enviar y a proponer a Abigail tomarla por esposa suya. 40 De
modo que los siervos de David llegaron a Abigail en Carmelo y le hablaron,
diciendo: “David mismo nos ha enviado a ti para tomarte por esposa de él”. 41 En
el acto ella se levantó y se inclinó rostro a tierra y dijo: “Aquí está tu
esclava como sierva para lavar los pies de los siervos de mi señor”. 42 Entonces
Abigail se dio prisa y se levantó y se fue cabalgando en el asno, mientras
cinco criadas suyas andaban detrás de ella; y fue acompañando a los mensajeros
de David y entonces llegó a ser su esposa. 43 David
también había tomado a Ahinoam de Jezreel; y las mujeres llegaron a ser, sí,
las dos, esposas suyas. 44 En cuanto a Saúl, él había
dado su hija Mical, la esposa de David, a Paltí hijo de Lais, que era de Galim.
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