lunes, 25 de febrero de 2013

lunes, 25 de febrero de 2013


TEXTO DEL DÍA

CITA BÍBLICA
Descripción Biblia

Referencias BÍBLICAS
*** Texto del lunes, 25 de febrero de 2013 ***

Lunes 25 de febrero
Respeten a los que [...] los presiden en el Señor (1 Tes. 5:12).

(1 Tesalonicenses 5:12) Ahora les solicitamos, hermanos, que respeten a los que trabajan duro entre ustedes y los presiden en [el] Señor y los amonestan;

(Romanos 12:8) 8 o el que exhorta, [ocúpese] en su exhortación; el que distribuye, [hágalo] con liberalidad; el que preside, [hágalo] con verdadera solicitud; el que muestra misericordia, [hágalo] con alegría.

Imaginemos que estamos en la congregación de Tesalónica —una de las primeras de Europa— en el siglo primero. El apóstol Pablo pasó mucho tiempo allí fortaleciendo y animando a los cristianos. Y es probable que, tal como hizo en otras ciudades, nombrara ancianos para que cuidaran del rebaño (Hech. 14:23).
(Hechos 14:23) Además, les nombraron ancianos en cada congregación y, haciendo oración con ayunos, los encomendaron a Jehová, en quien habían llegado a creer.

(Tito 1:5) 5 Por esta razón te dejé en Creta, para que corrigieras las cosas defectuosas e hicieras nombramientos de ancianos en ciudad tras ciudad, como te di órdenes;
(Hechos 13:3) 3 Entonces ayunaron y oraron y les impusieron las manos y los dejaron ir.
(Hechos 20:32) 32 Y ahora los encomiendo a Dios y a la palabra de su bondad inmerecida, la cual [palabra] puede edificarlos y darles la herencia entre todos los santificados.


                                  Sin embargo, cuando la congregación ya estaba establecida, los judíos agitaron a la gente y lograron echar a Pablo y a Silas de la ciudad. Los hermanos que permanecieron en Tesalónica debieron de sentirse desamparados y, probablemente, bastante atemorizados. Como es natural, el apóstol estaba muy preocupado por aquella congregación tan joven. De hecho, intentó regresar a la ciudad, pero Satanás le “cortó el camino”. Entonces envió a Timoteo para fortalecer a los hermanos (1 Tes. 2:18; 3:2). Más tarde, este regresó con un informe positivo, y Pablo decidió enviarles una animadora carta. En ella incluyó el siguiente consejo: “Respeten a los que [...] los presiden”. w11 15/6 4:1, 2
(1 Tesalonicenses 2:18) Por esta razón quisimos ir a ustedes, sí, yo, Pablo, una vez y también la segunda, pero Satanás nos cortó el camino.


(1 Tesalonicenses 3:2) y enviamos a Timoteo, nuestro hermano y ministro de Dios en las buenas nuevas acerca del Cristo, para hacerlos firmes y consolarlos para el bien de su fe,

(Hechos 16:1) De modo que llegó a Derbe y también a Listra. Y, ¡mira!, estaba allí cierto discípulo de nombre Timoteo, hijo de una mujer judía creyente, pero de padre griego,
(Romanos 16:21) Timoteo mi colaborador los saluda, y también Lucio y Jasón y Sosípatro mis parientes.
(1 Corintios 16:10) Sin embargo, si llega Timoteo, vean que quede libre de temor entre ustedes, porque él está haciendo la obra de Jehová, así como yo.
(Mateo 24:14) Y estas buenas nuevas del reino se predicarán en toda la tierra habitada para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin.
(2 Tesalonicenses 1:8) en fuego llameante, al traer él venganza sobre los que no conocen a Dios y sobre los que no obedecen las buenas nuevas acerca de nuestro Señor Jesús.
(Revelación 14:6) Y vi a otro ángel que volaba en medio del cielo, y tenía buenas nuevas eternas que declarar como noticias gozosas a los que moran en la tierra, y a toda nación y tribu y lengua y pueblo,

*** w11 15/6 “Respeten a los que trabajan duro entre ustedes” ***

 “Respeten a los que trabajan duro entre ustedes”
“Respeten a los que trabajan duro entre ustedes y los presiden en el Señor y los amonestan.” (1 TES. 5:12)
VIAJEMOS en el tiempo al siglo primero. Imaginemos que estamos en la congregación de Tesalónica, una de las primeras de Europa. El apóstol Pablo pasó mucho tiempo allí fortaleciendo y animando a los cristianos. Y es probable que, tal como hizo en otras ciudades, nombrara ancianos para que cuidaran del rebaño (Hech. 14:23). Sin embargo, cuando la congregación ya estaba establecida, los judíos agitaron a la gente y lograron echar a Pablo y a Silas de la ciudad. Los hermanos que permanecieron en Tesalónica debieron de sentirse desamparados y, probablemente, bastante atemorizados.
2 Como es natural, el apóstol estaba muy preocupado por aquella congregación tan joven. De hecho, intentó regresar a la ciudad, pero Satanás le “cortó el camino”. Entonces envió a Timoteo para fortalecer a los hermanos (1 Tes. 2:18; 3:2). Más tarde, este regresó con un informe positivo, y Pablo decidió enviarles una animadora carta. En ella incluyó el siguiente consejo: “Respeten a los que [...] los presiden” (léase 1 Tesalonicenses 5:12, 13).
3 Es cierto que los superintendentes de Tesalónica no poseían la experiencia de Pablo y sus compañeros de viaje ni contaban con un historial de servicio tan largo como el de los ancianos de Jerusalén. A fin de cuentas, la congregación aún se encontraba en su primer año de vida. Con todo, el apóstol les mostró a los hermanos tres buenas razones para estar agradecidos a sus pastores al decirles: “[Ellos] trabajan duro entre ustedes y los presiden [...] y los amonestan”. De hecho, les indicó que debían tener con ellos una “consideración más que extraordinaria en amor”. Finalmente, los exhortó a ser “pacíficos unos con otros”. Si usted hubiera estado en Tesalónica, ¿habría valorado la labor de los ancianos? Pues bien, ¿aprecia a los superintendentes de su congregación? ¿Los ve como “dádivas en hombres”, regalos que Dios le ha hecho mediante Cristo? (Efe. 4:8.)
“Trabajan duro”
4 Como hemos visto, ¿qué habían estado haciendo los ancianos después de que Pablo y Silas dejaron Tesalónica y se fueron a Berea? Trabajar duro. Ciertamente, se habían esforzado por enseñar a la congregación con las Escrituras, tal como le habían visto hacer al apóstol. Ahora bien, la Biblia dice que los de Berea “eran de disposición más noble que los de Tesalónica, porque [...] examinaban con cuidado las Escrituras diariamente” (Hech. 17:11). ¿Significa esto que los cristianos de Tesalónica no valoraban la Palabra de Dios? No. En realidad, este comentario no se refería a los hermanos de Tesalónica, sino a la mayoría de los judíos de aquella ciudad. Pablo dijo que quienes “recibieron la palabra de Dios [...] la aceptaron, no como palabra de hombres, sino [...] como palabra de Dios” (1 Tes. 2:13). Sin duda, los ancianos tuvieron que trabajar mucho para saciar el hambre espiritual de todos los que aceptaban la verdad.
5 En la actualidad, “el esclavo fiel y discreto” le suministra al rebaño de Dios “alimento al tiempo apropiado” (Mat. 24:45). De hecho, produce en muchos idiomas una gran cantidad de publicaciones bíblicas y otras herramientas, como el Índice de las publicaciones Watch Tower y el programa Watchtower Library. Bajo la dirección del esclavo, los ancianos también trabajan duro para nutrir espiritualmente a sus hermanos. A fin de atender las necesidades particulares de su congregación, pasan muchas horas preparando discursos instructivos y motivadores. Además, a muchos de ellos se les asignan intervenciones en las asambleas. ¿Nos hemos detenido a pensar en todo el tiempo que esto les supone?
6 A la hora de realizar su labor pastoral, los ancianos de Tesalónica tenían muy presente el ejemplo de Pablo. Él no se dedicaba a hacer visitas de forma mecánica o por cumplir. En el artículo anterior vimos que trataba a los hermanos con ternura, “como cuando una madre que cría acaricia a sus propios hijos” (léase 1 Tesalonicenses 2:7, 8). Lo que es más, estaba dispuesto a entregarse por entero a fin de ayudarlos. Esa es la actitud con la que los ancianos tesalonicenses debían pastorear la congregación.
7 Hoy, los ancianos han de cuidar a las ovejas con la misma bondad y amor que el apóstol. No todas son igual de receptivas y amigables, pero el pastor perspicaz siempre trata de hallar en ellas algo bueno (Pro. 16:20). Claro está, como es imperfecto, puede que a veces le cueste trabajo formarse una opinión positiva de ciertos miembros del rebaño. Aun así, hace todo lo posible por imitar el ejemplo del Pastor Excelente y tratar a todos con amor. ¿Verdad que sus esfuerzos son de agradecer?
8 Es importante que todos los cristianos “sean sumisos” a los superintendentes. ¿Por qué? Porque, según indicó Pablo, “están velando por [nuestras] almas” (Heb. 13:17). Tal como un pastor pasa noches en vela vigilando el ganado, los ancianos sacrifican horas de sueño para ayudar a quienes tienen problemas espirituales, emocionales o de salud. Por ejemplo, en ocasiones, los miembros de los Comités de Enlace con los Hospitales se levantan en plena noche para atender emergencias médicas. ¡Cuánto agradecemos que estén ahí cuando más los necesitamos!
9 También merecen nuestro más ferviente apoyo los ancianos que organizan la construcción de Salones del Reino y colaboran con los comités de socorro. Pensemos en las labores humanitarias que se llevaron a cabo en Myanmar (antes Birmania) en 2008 tras el paso del ciclón Nargis. Una de las regiones más afectadas fue el delta del río Irauadi, donde se encuentra la congregación de Pothigon. A fin de socorrer a los hermanos, un equipo tuvo que atravesar zonas devastadas, sembradas de cadáveres. Entre los primeros en llegar estaba un superintendente que antes había visitado ese circuito. Cuando los hermanos lo vieron, exclamaron agradecidos: “¡Miren, es nuestro superintendente de circuito! ¡Jehová nos ha salvado!”. Al igual que ellos, ¿valoramos nosotros el arduo trabajo que efectúan día y noche ancianos como estos? Tampoco podemos olvidar a quienes, sin hacer alardes de su labor, juzgan casos muy complejos en comités especiales (Mat. 6:2-4). Quienes se benefician de su ayuda la agradecen de corazón.
10 Por otro lado, muchos ancianos realizan un buen número de tareas administrativas. El coordinador del cuerpo de ancianos prepara los programas para las reuniones de cada semana. El secretario compila los informes de servicio mensuales y anuales de la congregación. El superintendente de la escuela confecciona con mucho cuidado la lista de asignaciones. Además, diversos hermanos intervienen las cuentas de la congregación cada tres meses. Y todos los ancianos han de leer las cartas que les envía la sucursal y seguir las instrucciones a fin de mantener “la unidad en la fe” (Efe. 4:3, 13). Estas labores permiten que “todas las cosas se efectúen decentemente y por arreglo”, es decir, de forma correcta y ordenada (1 Cor. 14:40).
“Los presiden”
11 En la carta que dirige a los tesalonicenses, Pablo también les dice que sus ancianos “los presiden”. El verbo griego significa literalmente “están parados [o de pie] delante”, y también puede traducirse “dirigen” y “llevan la delantera” (1 Tes. 5:12; nota). Notemos que estos son los mismos superintendentes de los que el apóstol ya ha dicho que “trabajan duro”. Por tanto, son todos ellos los que presiden la congregación, y no uno solo. Hoy día, la gran mayoría de los ancianos están literalmente “parados [o de pie] delante” de sus hermanos cuando dirigen las reuniones. Y el cambio de la designación “superintendente presidente” a “coordinador del cuerpo de ancianos” nos ayuda a verlos a todos por igual como miembros de un cuerpo unido.
12 Ahora bien, presidir la congregación implica algo más que enseñar. Pablo empleó el mismo verbo en 1 Timoteo 3:4, cuando explicó que el superintendente debe ser un “hombre que presida su propia casa excelentemente, que tenga hijos en sujeción con toda seriedad”. Es obvio que, en este caso, presidir no es tan solo enseñar a los hijos, sino también tenerlos “en sujeción” y dirigir a toda la familia. De igual modo, los ancianos han de dirigir la congregación y ayudar a todos sus miembros a estar en sujeción a Jehová (1 Tim. 3:5).
13 Para poder presidir bien la congregación, los ancianos han de analizar en conjunto cuáles son las necesidades de esta y cómo atenderlas. Tal vez nos preguntemos si no sería más sencillo que solo uno de ellos tomara todas las decisiones. No obstante, los superintendentes de la actualidad siguen el ejemplo del cuerpo de ancianos que gobernaba a la congregación en el siglo primero. Cuando se reúnen, escuchan las opiniones de todos y examinan las Escrituras con el objetivo de encontrar principios aplicables a las necesidades de su congregación. Cada uno contribuye al éxito de dichas reuniones consultando de antemano la Palabra de Dios y las instrucciones del esclavo fiel. Claro, todo esto lleva su tiempo. Y, como ocurrió en el siglo primero con el debate sobre la circuncisión, a veces tienen diferentes opiniones y les cuesta llegar a un consenso. En tales casos, siguen analizando el asunto hasta que logran tomar una decisión basada en la Biblia (Hech. 15:2, 6, 7, 12-14, 28).
14 ¿Qué sucedería si un anciano tratara de imponer sus opiniones y criterios o, peor aún, sembrara la semilla de la discordia, como hizo Diótrefes en el siglo primero? (3 Juan 9, 10.) Toda la congregación saldría perjudicada. Pues bien, como en aquel entonces, Satanás sigue intentando perturbar la paz de los cristianos de la actualidad. ¿Cómo? A menudo, fomentando ambiciones personales como la de sobresalir entre los demás. Por tanto, los ancianos hacen bien en cultivar la humildad y trabajar unidos. Sin duda, la congregación entera agradece que todos ellos cooperen humildemente como un solo cuerpo.
“Los amonestan”
15 En tercer lugar, Pablo destacó una responsabilidad pastoral difícil pero muy necesaria: amonestar al rebaño. En las Escrituras Griegas Cristianas, el apóstol es el único escritor que emplea el verbo que se traduce “amonestar”. Este término significa aconsejar y corregir con firmeza, pero sin hostilidad (Hech. 20:31; 2 Tes. 3:15). Así, Pablo les explicó a los corintios: “No estoy escribiendo estas cosas para avergonzarlos, sino para amonestarlos como a mis hijos amados” (1 Cor. 4:14). Como vemos, Pablo amonestaba a sus hermanos porque los amaba y se preocupaba por ellos.
16 A la hora de amonestar a alguien, todo anciano ha de actuar con tacto. Al igual que Pablo, debe procurar que sus consejos sean amorosos, bondadosos y útiles (léase 1 Tesalonicenses 2:11, 12). Por supuesto, también es preciso que “se adhiera firmemente a la fiel palabra [...], para que pueda exhortar por la enseñanza que es saludable” (Tito 1:5-9).
17 Los ancianos saben que no son perfectos y que a veces dicen cosas que luego lamentan (1 Rey. 8:46; Sant. 3:8). También comprenden que, para cualquier miembro de la congregación, ser corregido no es “cosa de gozo, sino penosa” (Heb. 12:11). Por eso, antes de abordar a un cristiano para amonestarlo, suelen pasar mucho tiempo reflexionando y orando. Así que, si un superintendente nos diera un consejo, deberíamos verlo como una prueba de su interés por nosotros.
18 Supongamos que tenemos cierto problema de salud de origen desconocido. Logramos dar con un médico que identifica la enfermedad, pero su diagnóstico no es precisamente agradable. ¿Nos enojaremos con él? Es evidente que no. ¿Y si nos recomienda un tratamiento doloroso, como una operación? Como sabemos que es por nuestro propio bien, seguramente lo aceptaremos. ¿Influirá en algo si nos lo dice de forma brusca? Tal vez al principio, pero no permitiremos que eso condicione nuestra decisión de tratarnos. De igual modo, cuando un anciano nos da un consejo, no permitamos que la forma en que nos lo dé afecte nuestra decisión de escucharlo. Recordemos que Jehová y Jesús podrían estar usándolo para ayudarnos o protegernos espiritualmente.
Los ancianos son un regalo de Jehová
19 Si alguien tiene el detalle de hacernos un obsequio, ¿cómo podríamos agradecerlo? Una buena manera sería usándolo. Pues bien, Jehová, por medio de Jesucristo, nos ha entregado “dádivas en [la forma de] hombres”, los ancianos. ¿Cómo demostramos aprecio? Cuando pronuncian un discurso, escuchamos con atención y procuramos poner en práctica lo que dicen. Cuando piden comentarios, los ofrecemos con gusto. Y siempre apoyamos las actividades espirituales que organizan, como la predicación del Reino. Asimismo, les contamos cómo nos han ayudado los consejos que nos dieron. Y también agradecemos los sacrificios que hacen sus familias al estar dispuestas a pasar menos tiempo con ellos.
20 ¡Qué agradecidos estamos de contar con ancianos que trabajan duro, nos presiden y nos amonestan! No cabe duda: estas “dádivas en [la forma de] hombres” son un generoso regalo de Jehová.
¿Lo recuerda?
• ¿Por qué debían los tesalonicenses respetar a los pastores de su congregación?
• ¿Qué duro trabajo realizan los ancianos a favor nuestro?
• ¿Cómo nos beneficia el que los superintendentes nos presidan?
• ¿Qué debemos recordar si un anciano nos aconseja o amonesta?
[Preguntas del estudio]
 1, 2. a) ¿En qué situación se encontraban los tesalonicenses cuando Pablo les escribió su primera carta? b) ¿Qué consejo les dio el apóstol?
 3. ¿Por qué merecían los ancianos de Tesalónica una “consideración más que extraordinaria”?
 4, 5. ¿Por qué dijo Pablo que los ancianos de su tiempo estaban trabajando duro, y por qué puede decirse lo mismo de los superintendentes actuales?
 6, 7. a) ¿Qué ejemplo les dio Pablo a los ancianos de Tesalónica? b) ¿Por qué les puede costar trabajo a los ancianos de hoy día imitar al apóstol?
 8, 9. ¿De qué diversas formas están los ancianos “velando por [nuestras] almas”?
10. ¿De qué tareas menos visibles se encargan los ancianos?
11, 12. ¿Quiénes presiden la congregación, y qué implica su labor?
13. ¿Por qué a veces le toma tiempo al cuerpo de ancianos llegar a una decisión?
14. ¿Por qué es de agradecer que los ancianos trabajen en unidad?
15. ¿Por qué amonestan los ancianos a sus hermanos?
16. ¿Qué debe tener muy presente todo anciano al amonestar a sus hermanos?
17, 18. ¿Qué debemos recordar si un anciano nos da un consejo?
19, 20. ¿Cómo demostramos aprecio por las “dádivas en [la forma de] hombres”?

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